No sólo en los once minutos más de escenas nunca vistas que trae la nueva versión de la película, sino en la vida real, que, aunque suene a cliché, suele superar a la ficción. Creer en la existencia del demonio y no vincularse a prácticas paganas ni a supercherías, es la mejor manera de ponerse a salvo. Ahora, si la posesión se produce, ahí está el nuevo manual de expulsión de demonios, redactado por monseñor Jorge Medina, y algunos exorcistas, no muchos, dispuestos a desalojar al malo.
por Ximena Torres Cautivo
-La mujer entró a esta oficina y se sentó en la misma silla en que estás tú ahora. En pocos segundos, su expresión cambió, su cara se deformó y empezó a repetir con voz gutural: No la voy a soltar, no la voy a soltar, no la voy a soltar. Esto, mientras su cuerpo era presa de movimientos convulsivos, que difícilmente podían ser voluntarios cuenta el sociólogo Humberto Lagos, experto en sectas, mientras nosotros hacemos un esfuerzo por refrenar el impulso de pararnos de la silla donde se aposentó la endemoniada.
Él, hombre de talante sereno y acostumbrado a atender por igual a exonerados políticos (dirige la oficina dependiente del Ministerio del Interior orientada a ese tema) que a supuestas víctimas de posesiones demoniacas, no se asusta con facilidad. Pero reconoce que enfrentarse a un universo misterioso, donde operan fuerzas inescrutables, es tremendamente desgastador. De religión bautista y profundo estudioso del satanismo, muchas veces ha trabajado en tándem con el sacerdote delegado por el obispo de la diócesis de Santiago para afrontar casos donde se presume la presencia del mal. Así es que tuvo la entereza suficiente para tomar la Biblia, encender una vela y orar con la mujer, que así logró calmarse y volver a ser ella misma. Luego de oírla y confortarla, la envió a un siquiatra, que es donde la lógica indica debe remitirse a estas personas.
Ella padecía una suerte de trastorno mental, que es lo habitual en el 99 por ciento de estos casos, de ahí que me parezca tan sabio el procedimiento de la Iglesia Católica de descartar absolutamente las explicaciones médicas, racionales, científicas, antes de recurrir al exorcismo. Entre los evangélicos la cosa es más informal y se apela mucho a las oraciones y a la imposición de manos en situaciones como estas.
El nuevo ritual de exorcismo, titulado De exorcismis et supplicationibus quibusdam (Acerca de todo tipo de exorcismos y súplicas), redactado, después de diez años de trabajo, por el cardenal chileno Jorge Medina, es preciso en deslindar las enfermedades siquiátricas de las posesiones malignas. Como prefecto de la Congregación para el Rito Divino ministerio vaticano que se ocupa de la promoción de la liturgia y los sacramentos, monseñor debió aggiornar el antiguo ritual, que databa de 1614. Su texto se tradujo en un volumen de noventa páginas escritas en latín el idioma del exorcismo y empastado en cuero rojo, que fue dado a conocer el 26 de junio de 1999. Por esos días, Jorge Medina fue claro para afirmar algo en lo que la Iglesia moderna no abunda: la real existencia de Satanás. Dijo entonces: La doctrina del demonio la puso claramente el Catecismo de la Iglesia Católica. Y, por supuesto, un católico no puede negar la existencia de Satanás. Está atestiguada en el propio Evangelio y el mismo Jesucristo habla del demonio.
Pero esta afirmación, y el que un chileno tan conocido sea el redactor del nuevo manual, no impide, sin embargo, que, en estas australes latitudes, del exorcismo se hable poco y en susurros. Que nadie en la diócesis de Santiago reconozca de buenas a primeras quién es el exorcista a cargo, si es que tal figura existe.
DEJE SU MENSAJE:
ESTOY EXORCIZANDO
Gran error, a juicio de Gabriele Amorth, 75 años, clérigo de Módena y exorcista oficial de la diócesis de Roma, quien no tiene empacho en culpar a sus propios superiores de la ventaja que en estos tiempos de comienzo de milenio ha cobrado el malo.
Entrevistado por la revista El País Semanal, a fines del año pasado, declaró: Vivimos un mal momento; el 95 por ciento de los obispos no cree en el demonio. Y ni siquiera nombran exorcistas. Lo que era una práctica habitual de la Iglesia se ha abandonado, y los hechiceros, los adivinos, los magos y el ocultismo han adquirido un gran poder. Y esa es la puerta de entrada del demonio.
Amorth clama por más sacerdotes dispuestos y autorizados por sus obispos para luchar contra los seres del averno, ya que estima que en todo el mundo no habría más de doscientos. Él mismo no da abasto. El mensaje en su contestador telefónico, donde dejamos frenéticos mensajes, suena elocuente: Si se trata de alguien de fuera de Roma, diríjase a un sacerdote de su diócesis. Si es de acá y requiere un exorcismo, llame el lunes entre seis y siete de la tarde. Tenga paciencia, ahora no puedo atenderlo; ando exorcizando.
Discípulo y asistente del padre Candido Amantini el mayor conjurador de demonios italianos, fallecido en 1992, tras 36 años de batalla contra Satán, Amorth reconoce haber realizado unos cincuenta mil rituales de expulsión en catorce años de trabajo y todos los días se enfrenta a un par de víctimas de Lucifer. De ahí que se congratule de la fortaleza y salud de su corazón, virtud que, comprensiblemente y como afirma él mismo, no es corriente entre los que se dedican a estos afanes.
El reestreno de la película El exorcista, en una versión remasterizada y aumentada (tiene once minutos más de escalofriantes escenas, incluida aquella en que Regan, la niña poseída, baja una escalera con la espalda doblada hacia atrás y caminando en cuatro patas, a la manera de una atleta olímpica), le ha dado más tribuna que nunca al padre Amorth. Mucha más en rigor que la versión remasterizada del manual de exorcismo de monseñor Medina. Incluso, y pese a la enorme cantidad de demanda que tienen sus servicios, el sacerdote se da tiempo para hablar con medios de comunicación, tener tres libros escritos sobre el tema y presidir la Asociación Internacional de Exorcistas. Todo con el propósito de advertir a los hombres acerca de las trampas que nos tiende el gran mentiroso.
Amorth ha dicho que la obra del director William Friedkin, aunque demasiado espectacular, en esencia, es verdad. No hay que olvidar tampoco que, en medio del pánico y la polémica que provocó su estreno en diciembre de 1973, la Iglesia Católica celebró su religiosidad.
Viéndola ahora, después de haber conversado con varios sacerdotes y leído profusamente sobre el asunto, nos parece razonable que así haya sido.
La historia, basada en la novela de William Peter Blatty, recoge un caso ocurrido en 1949. Entonces el escritor, hoy de 73 años, era un joven estudiante de literatura en la Universidad de Georgetown, que se impresionó con un relato aparecido en The Washington Post: un niño de catorce años había sido exorcizado una veintena de veces antes de ser liberado del demonio. La descripción de sus tormentos y el de sus familiares incluye los mismos elementos de otros eventos reconocidos por la Iglesia como posesión satánica. El de los hermanos Teobaldo, de 9 años, y José, de 8, llamados los endemoniados de Illfurt, ocurrió entre 1864 y 1869 en esa localidad de Alsacia y fue contado en detalle por el padre Sutter. En su relación de los hechos el sacerdote habla de la capacidad de los pequeños de expresarse en lenguas que en su vida nunca habían oído y de conocer de hechos producidos a distancia en el mismo momento en que estaban sucediendo; de su rechazo a los símbolos sagrados; de su fuerza prodigiosa; de muebles que se movían sin interferencia humana y sorprendentes cambios de temperatura en las habitaciones que ocupaban. Síntomas inequívocos de posesión satánica, de acuerdo con lo que indica el manual, y cuadro que suena idéntico al descrito en El exorcista.
NO HABLES CON EL DEMONIO
La casa donde vivió el niño que inspiró a Blatty corresponde al número 3210 de Bunker Hill Road, en Mount Rainer, un suburbio de Washington, y actualmente forma parte de un singular paseo turístico… El cambio de giro es comprensible; después de los espeluznantes hechos, la vivienda nunca pudo arrendarse.
Blatty escribió su novela en la década del setenta, cambiando al niño de 14 por una niña de 12, y al barrio de Mount Rainer por el de Georgetown. En todo el resto se ajustó a lo que señalaba el informe del exorcismo que, se supone, estaría archivado en la diócesis de Nueva York.
El escritor presenta la expulsión de demonios como la última opción de una madre desesperada con la transformación de su pequeña y dulce hija en un ser horroroso, de cuya boca salen alternadamente vómitos y blasfemias, después de un verdadero calvario por el mundo de la medicina y la ciencia. Y es certero al presentar el ritual como algo de lo que nadie habla.Ha sido abandonado, pero los católicos lo mantienen como algo vergonzoso, dice uno de los personajes de la película, dándole la razón a Amorth y a su colega Raul Salvucci, otro experimentado exorcista italiano, que también ha publicado un libro sobre esta presencia que tanto incomoda. Cosa fare con questi diavoli es el título del texto, que se ha convertido en bestseller y aún no ha sido traducido al castellano. En él, su autor expresa: Parece que la actitud de la Iglesia frente a la obra de Satanás en el mundo es la del pudor: se avergüenza de admitir esta realidad.
Otro elemento real presente en la cinta es que el exorcismo debe ser aprobado por el obispo de la diócesis correspondiente, el que debe delegar a un sacerdote para que lo realice. En el filme es el experimentado padre Merrin, interpretado por Max von Sydow, el elegido. Su muerte durante el ritual, víctima de un ataque cardiaco, y varias otras que le dan enjundia a la trama, son, sin embargo, una licencia fílmica. El problema es que esas muertes entregan una idea equívoca, porque un endemoniado no puede matar. El demonio no tiene tanto poder, porque en esencia es una fuerza vencida, un ángel caído, explica, desde el anonimato, un exorcista chileno.
Pero, sin duda, hay más elementos ajustados a la realidad que sensacionalistas. Como lo manipulador que es el diablo.
En la película, el padre Merrin advierte a Karras, el joven sacerdote atormentado por la duda y la culpa, que durante el exorcismo no escuche al maligno, porque su especialidad es confundir y engañar. Esto lo sabe cualquiera que se haya visto enfrentado a él.
El diablo es inteligentísimo. Por eso yo le obligo a responder sólo lo que le pregunto. El ritual deja en claro que hay que olvidar la curiosidad. Eso puede derrotar, reveló el jesuita Pere Sunyer, exorcista de la diócesis de Barcelona hasta hace poco más de un año, al periodista Jesús Rodríguez.
Monseñor Medina, quien ha tenido que recitar un exorcismo sólo una vez en su vida, también ha advertido sobre esta capacidad de manipulación. Y por eso pone el acento en las condiciones que debe tener el sacerdote elegido para dirigir el ritual. Atributos que, por lo demás, están bien descritos en el Código de Derecho Canónico: El Ordinario (Obispo) concederá está licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida.
INFESTACIONES:
PAN NUESTRO DE CADA DÍA
No se trata de llegar y entrar a la oficina de la parroquia San Ramón de Providencia preguntando por el exorcista de Santiago. Hay tanta señora en la sala de espera que podríamos provocar una estampida. Así es que simplemente nos limitamos a decir que tenemos cita con el sacerdote Alfredo Soiza-Piñeyro, quien es el delegado episcopal para el diálogo entre los creyentes y el ecumenismo. En simple, esto significa que, dentro de su amplio radio de acción, le toca tratar con sectas, saber de satanismo, profanaciones y otras prácticas poco santas.
Buenmozo, rubio y asertivo como buen argentino, el padre Alfredo nos da una larga charla sobre lo difundido que está el satanismo. Hay sectas satánicas serias, peligrosas y otras más juguetonas, vinculadas al uso de drogas, a grupos juveniles, pero que también son complicadas. Nos habla de sacrificio de animales, de robo de imágenes sagradas. Nos describe un clásico ritual demoniaco, y noso-tros nos acordamos de que en El exorcista, todo el fenómeno sufrido por la niña endemoniada está antecedido por hechos de este tipo. Y que el padre Amorth y sus colegas afirman que la cercanía con la magia, la superstición, la brujería, son caldo de cultivo para la posesión diabólica.
Amorth distingue seis formas de posesión: Los sufrimientos físicos causados por Satanás externamente, que suelen ocurrirles a muchos santos, como al cura de Ars; aquella en que el demonio se apodera de un cuerpo y lo hace hablar y actuar como él quiere; la vejación diabólica, trastornos o enfermedades, desde muy graves hasta leves; la obsesión, en que se producen acometidas repentinas y otras veces continuas de ideas diabólicas fijas; las infestaciones diabólicas de casas, objetos y animales; y, por último, la sujeción diabólica, en la que se incurre cuando nos sometemos deliberadamente a la voluntad del maligno. Y hace notar que es esta última la más grave, la que requiere del trabajo del exorcista. Para sus otras nefastas acciones bastarían la oración, los sacramentos, la limosna, la vida cristiana y el recurso constante al Señor, la Virgen, los santos y los ángeles.
Lo extraordinario, lo excepcional de la posesión diabólica se explica, según monseñor Medina, en que al gran mentiroso no le conviene llamar la atención con tanta espectacularidad. Él es un pillo, que prefiere actuar camuflado, por eso son tan pocos los sacerdotes que pueden decir que se han enfrentado al maligno en un duelo cara a cara.
Al padre Soiza-Piñeyro le gusta hablar en acertijos. Insiste en que en el 99 por ciento de los casos no serían posesiones, pero no da luces sobre el uno por ciento restante. Y tampoco reconoce abiertamente ser el exorcista a cargo, aunque afirma que el caso de las posesiones entra en su radio de acción.
Uno de los casos bullados en que le tocó participar fue el ocurrido, en 1997, en una casa de Ñuñoa que se incendiaba sola. Asegura que allí no intervino el príncipe de las tinieblas, sino que se comprobó que uno de sus habitantes poseía una suerte de piroquinesis. Es decir, la capacidad mental de provocar combustiones espontá-neas. Y no da más pistas.
Muy distinta es la actitud del párroco de Nuestra Señora de Fátima, en Puerto Montt, Roberto Icarte, exorcista oficial de esa diócesis.
Le temo tanto a la prensa como al demonio dice en semiserio este hombre de 34 años, que reconoce haberse enfrentado al maligno en un par de ocasiones. Admirador declarado del padre Gabriele Amorth, al cual conoce personalmente y de quien ha leído todos sus libros, cree que es importante hablar en voz alta de estas materias: La ignorancia es muy atrevida y, en estos casos, peligrosa. Icarte, quien fue llamado el cura de los demonios en 1992, cuando su parroquia fue profanada, afirma que las posesiones satánicas son escasas, pero las contaminaciones o infestaciones son pan de cada día en esta zona. Hay mucha superstición, sobre todo en las islas, y en ese clima es donde Satanás prospera.
Y no abunda más. Prefiere mandarnos por escrito el relato de alguno de los encuentros que ha tenido con el mal, luego de confesar que sus armas para el ritual son las conocidas: crucifijo, agua bendita, el manual (yo sigo usando el de 1640, que sigue estando autorizado) y una estola morada. E insiste en que leamos la catequesis de Paulo VI sobre la materia, a la que considera profética. Nos subraya un párrafo estremecedor: El mal no es sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y perverso; terrible realidad, misteriosa y pavorosa.
El ritual
En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo. Es más, el Padrenuestro en su clásica frase líbranos del Malposee ese sentido conjurador. Pero el exorcismo solemne, aquel en que la Iglesia pide públicamente y con autoridad en nombre de Jesucristo que una persona o un objeto sea protegido contra las acechanzas del Maligno y sustraída a su dominio, es otra cosa. Palabras mayores, habría que decir.
Disipadas todas las explicaciones naturales y constatada la presencia del Mal y otorgado el permiso por parte del obispo para realizar la expulsión del Demonio a un sacerdote de edad madura, digno de reverencia e insobornable en cuanto a su pureza de vida, están dadas las condiciones para proceder.
Así se opera:
1. Cuando el endemoniado no está postrado por enfermedad o a consecuencia de su mal, es necesario apartarlo de la gente y del bullicio y llevarlo a un lugar tranquilo (el padre Amorth realiza sus rituales en un discreto departamento con ayuda de su ayudante, el sacerdote Giancarlo Gramolazzo). La opción de trasladarlo a una iglesia suele ser inútil, porque el endemoniado rechaza todo lo sacro, conducta considerada uno de los signos más elocuentes de su estado.
2. El exorcista debe ponerse al lado del paciente, quien estará tendido o acostado. Cuando se exorcice a una mujer, hay que tener siempre cerca a personas honestas, ojalá familiares, que sujeten a la posesa cuando sea zarandeada por el Demonio, procurando no decir nada que pueda ser ocasión de malos pensamientos para los presentes, recomienda un antiguo instructivo.
3. La indumentaria del exorcista consiste en alba (la túnica de lienzo blanco que los sacerdotes y los diáconos se ponen sobre el hábito para celebrar los oficios divinos) y estola. Y su principal arma es el crucifijo (Un poseso tiene una repugnancia enorme hacia la cruz. Se ríe con grandes risotadas de las imágenes de los santos, ha descrito el padre Amorth). Algunos relatos del ritual hablan de la conveniencia de tener a la vista la Hostia, cuidando de que el poseído no la maltrate, y recurrir al agua bendita en caso de que el Maligno haga salir a la víctima tumores o líquidos repugnantes de su cuerpo. Le sucede a Regan, la niña de El exorcista. Y los que saben afirman que no es un truco cinematográfico y que también les pasa a los posesos de la vida real.
4. Luego de la fase de imprecaciones a Dios para que libere al endemoniado, el exorcista manda con voz enérgica al Demonio que abandone ese cuerpo en nombre de la Iglesia, salpicándolo con agua bendita. Aunque el latín es el idioma del exorcismo por excelencia, el nuevo manual autoriza a pronunciar las oraciones en la lengua del paciente. Mira la cruz del Señor: fuera todas las criaturas adversas. Te abjuro, Demonio, para que abandones a este miembro de la familia de Dios.
5. El Príncipe de las Tinieblas no es fácil de intimidar, de manera que muchas veces no basta con una sola sesión. Pueden pasar meses, incluso años, antes de que decida irse. Amorth tiene una comparación profana para este tema divino, de connotación maligna: No ve lo difícil que es echar a un arrendatario que no paga el alquiler… Primero le dices con buenas palabras que se vaya; luego le mandas un apercibimiento, y, al final, lo desalojas por la fuerza. Al diablo, igual.
Paulo Coelho, endemoniado
Estaba anunciada para marzo, pero la última novela del superventas brasileño, faro espiritual de la Bolocco y de millones de almas sensibles a su literatura espiritual de nivel básico, será lanzada la semana que viene. Abril entonces nos trae a El demonio y la señorita Prym, editado por Grijalbo, donde Coelho aborda el clásico enfrentamiento entre el bien y el mal, y el maligno es personaje principalísimo, que tienta con barras de oro a los plácidos habitantes de un pequeño pueblo. No matarás es el mandato divino que los llama a traicionar.
En casi todos los países, su libro ha reforzado la sicosis demoniaca generada por el regreso de El exorcista y sus once minutos de escenas nunca vistas, en un estreno casi simultáneo.
Hay que decir que de demonios, Coelho sabe.
Con un nutrido prontuario siquiátrico y de búsqueda esóterica, el hoy católico ferviente y millonario potente, de 53 años, ha dicho que El demonio y la señorita Prym se entronca con su experiencia con la Sociedad Alternativa, un grupo al que se vinculó en la década del setenta, y que se inspiraba en las ideas de Aleister Crowley, un inglés que algunos consideran el mayor místico del siglo XX y la mayoría, un charlatán aprovechador. Durante tres años, el brasileño suscribió la doctrina Crowley, cuya práctica se basaba en el amor libre, el hedonismo y el uso de drogas. Crowley quien se hacía llamar la Gran Bestia 666 y El hombre más depravado del mundo y esos años en que pisó ese terreno peligroso habitado por el demonio, le sirvieron ahora al habilidoso Coelho para dar vida a esta trama satánica, donde habrá que ver quién vence.
Dado su actual fervor, su manifiesta conversión, es fácil suponer el final.
Nota del TLI.- Este artículo es del año 2001. Mucho ha llovido desde entonces y muchas cosas han cambiado. Lo reproducimos aquí por su evidente interés informativo.
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