El Templo y el Secreto

El templo conserva y transmite la tradición esotérica, los misterios. El acceso a los rituales mediante los cuales los misterios se transmiten, es limitado. Además, se supone que el conocimiento de dichos misterios ha de guardarse en secreto, es decir, que no debe transmitirse a los no iniciados.

Como decíamos en ‘El templo y el ritual’, incluso en nuestra sociedad moderna (donde ya no parece existir ningún secreto puesto que los avances en los medios de comunicación y la tecnología permiten no sólo llegar a cualquier parte, sino saber y que se sepa casi prácticamente todo de cada uno de nosotros), en una sociedad como la nuestra en la que se han publicado toda clase de textos sobre los ritos iniciáticos de las más diversas culturas, grupos, comunidades y confesiones, tales libros no proporcionan a los no iniciados el auténtico conocimiento, de las citadas tradiciones esotéricas, porque para que realmente cobre vida, el ritual es algo que debe experimentarse. No basta con la lectura de unos textos determinados. La iniciación del neófito, la revelación de los Misterios, requiere de un proceso ritualizado muy complejo, de todo un ritual a llevar a cabo en presencia de un maestro o viejo sabio. En la tradición ritual viva, tienen lugar además prácticas orales, instrucciones y ‘secretos’ que sólo son transmitidos por los funcionarios sacerdotales en la ceremonia propiamente dicha. Todo quien haya tenido la oportunidad de conocer o presenciar en vivo un ritual de iniciación y haya después leído alguno de los libros o ediciones que pretenden revelar ‘todos los secretos’ del mismo, notará muy claramente la diferencia y sabrá hasta qué punto el ritual vivo no aparece ni se incluye en el libro.

Muchas personas occidentales con las que hemos hablado a lo largo de muchos años nos han reiterado en no pocas ocasiones su convencimiento de que es algo primitivo, innecesario, pueril e incluso ‘antidemocrático’ el hecho de mantener el secreto. Nosotros también somos occidentales y les decimos que están equivocados. Los motivos para guardar dicho secreto consisten, sencillamente, en que lo que se hace en esos ritos y rituales mistéricos es sagrado,  es algo que ha sido revelado por los dioses y que por tanto no debe ser mancillado por los no iniciados o por quienes no lo comprenden, o seguramente no lo comprenderían. En todo templo existe una delimitación muy clara entre el espacio ‘sagrado’, el sanctasanctorum (la zona del altar donde se encuentra el sagrario, en la tradición católica), espacio al que no siempre es fácil acceder, y el que está accesible a todos los fieles, visitantes o curiosos, es decir la zona común del templo.

Tanto lo profético como lo sagrado poseen gran poder, mientras no sean profanados. Ya lo decía Lohengrin en el texto de la ópera de Wagner: «Y su poder [el del Grial] es sagrado mientras siga siendo desconocido para todos». En no pocos casos los secretos tienen un fundamento cultural o étnico y proporcionan a los integrantes de la comunidad o grupo un baluarte de fuerza comunal interior contra las incursiones de los forasteros, cuya influencia podría llegar a debilitar y hasta a destruir esa cohesión, ese sentido ritual. En una de las puertas del templo egipcio de Edfú, una inscripción reza: «No reveles lo que has visto en los misterios del templo». Podríamos añadir muchas citas similares, pero transcribiremos una que nos lleva a un misterio aún mayor. El hechizo 162 del Libro de los Muertos egipcio, en sus últimos párrafos, hace una alusión a un libro secreto. Dice: «Se trata de un libro de gran secreto… y que nadie lo vea porque sería una abominación. El que lo conoce y lo mantiene oculto seguirá existiendo. El libro se titula Señora del templo escondido«.

Puesto que la función y el significado último del ritual del templo son espirituales, parece claro que el único perjuicio que puede surgir de la revelación de los secretos tiene que ver con la vida espiritual íntima del iniciado. Quienes en la sociedad abierta y moderna en que vivimos hoy, observan con curiosidad un ritual (una misa católica, por ejemplo) pero no se involucran personalmente en el mismo -es decir, no participan en él, posiblemente quizás ni lo comprendan del todo-, no sufren daño alguno y, en cambio, la misma fuerza espiritual del rito que están presenciando les afecta favorablemente (es decir, siguiendo con el mismo ejemplo, la bendición del sacerdote oficiante también les alcanza a ellos). El problema que hoy en día se genera con los rituales secretos, problema grave en muchas ocasiones, surge cuando algunos no iniciados, por ignorancia, despecho o cualquier otra razón, difunden y divulgan rumores totalmente falsos sobre los ritos. Pero eso es algo inevitable, y que pone a prueba la fortaleza misma de tales ritos.

Y así volvemos al principio de esta pequeña serie de artículos sobre el templo. El templo, posiblemente la expresión más potente y abarcadora de lo sagrado de la sociedad humana, reúne en su arquitectura, en su simbolismo y en su ritual, los rasgos más fundamentales de la vida religiosa de la Humanidad.

Nuestro Templo de la Luz Interior es (ya lo hemos dicho en el primer artículo de esta trilogía) un templo virtual. Y aunque desde sus páginas -que perfectamente podrían ser imaginadas como las ‘piedras’ de una construcción física y material- es cierto que revelamos no pocos secretos, también lo es que conservamos y nos guardamos para nosotros otros tantos; secretos y misterios muy concretos y específicos, que no podemos -ni debemos- revelar a los neófitos, a los no iniciados. Al menos, no por ahora…

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