El exorcista contra la psiquiatra

Creo que los demonios sí existen. Ángeles caídos que le dieron la espalda a Dios, y que, al igual que Adán y Eva, lo desobedecieron y pensaron que viviendo lejos de él serían libres.

Se llenaron de soberbia, celos y hasta ahora siguen llenos de odio; su chamba consiste en captar adeptos y fastidiar. Sus batallas se dan en el plano intelectual, en la imaginación y la memoria. El diablo mayor es tan inteligente que suele pasar inadvertido y está contento con ello.

Para escribir de este tema recurrí a dos libros que leí hace tiempo: “Habla un exorcista”, de Gabriel Amorth, uno de los exorcistas más reconocidos en el mundo, y el otro libro es un tratado de demonología, no apto para cardiacos, llamado “Suma daemoniaca y manual de exorcistas”, de José Antonio Fortea.

“El exorcismo nunca ha sido comprobado científicamente y tiene mucho de ignorancia”, así dijo la doctora Jana Petrzelova, catedrática de la Escuela de Psicología de la UAdeC.

Hay cosas naturales y sobrenaturales que la ciencia no se puede explicar. Considero que la verdadera ignorancia es convertir a la ciencia en un dios, en eliminar la fe, en no darse cuenta que existen realidades que no vemos, como Dios y los demonios.

Las inteligencias humanas más humildes y las superiores lo perciben y lo concluyen. Dice Fortea en su libro que la enfermedad psiquiátrica puede coexistir con la posesión, así que no sirve de mucho un informe psiquiátrico previo al exorcismo.

Distinguir entre problemas psiquiátricos y una posesión demoníaca es difícil pero hay señales que pueden aclararlo. Dice Fortea: “Los síntomas de una posesión son: ante lo religioso el sujeto manifiesta desde molestia, fastidio, horror, ira y furia, puede llegar a la blasfemia y el insulto; el sujeto pierde la conciencia, cuando vuelve no recuerda nada.

«Durante la crisis emerge una segunda personalidad, siempre maligna. Las pupilas se vuelven hacia arriba, los ojos en blanco, los músculos faciales se tensan y las manos se crispan. La voz está llena de odio.

«El demonio domina cualquier lenguaje, a veces muestran fuerza para levantar a varias personas a la vez y demuestran conocimiento de cosas ocultas, y en raras ocasiones levitan”.

La mamá del menor televisado en Saltillo afirmó verlo levitar. Que expliquen eso los psiquiatras. Cuando no está en crisis el paciente su pensamiento es claro, hasta autocrítico, el cuadro entero no encaja y deja perplejos a los psiquiatras; eso es una posesión.

Si Dios la permite es porque de ahí puede sacar bienes, “es como una ventana al mundo de sufrimiento y odio demoniaco y del poder de la Iglesia para someterlo».

Quien está cerca de Dios y le tiene fe, no debe temer al demonio ni a nada. Dice Fortea que la confesión es más poderosa que el exorcismo porque la primera cura el alma y la segunda, aunque más espectacular, sólo cura al cuerpo.

El mal existe y es la ausencia de bien en un ser; sorprende la ingenuidad de pensar en que todos vamos al cielo, o que Dios siempre perdona y el infierno no existe. El infierno existe, incluso en la tierra en las personas que viven con odio y agresividad como Gadafi.

Y en la otra vida el infierno se sufre por saber que no se puede gozar de la felicidad que da Dios. Burlarse del exorcismo contribuye a desacreditar a un remedio que para muchas personas ha sido útil.

Artículo de Jesús H. González en vanguardia.com.mx

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