Señor, perdóname por las veces que he cedido al enojo, a la malicia, a la ira o a la furia. Por las veces que he dejado que mis emociones se apoderen de mí y he perdido el control. Ten piedad de mi alma y muéstrame tu bondad.
Dios, sé que a veces parece que enojarse es la respuesta correcta a una situación, esté o no bajo mi control. Pero sé que más allá de una reacción inicial, el enojo, la amargura y la malicia no son tuyas.
En su lugar, Dios, lléname de tu Espíritu para que pueda exhibir las cualidades que tú deseas. Tú nos enseñas que el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Anhelo ser más como tú, Señor, y conocer el fruto del Espíritu en mi vida diaria. En lugar de la ira, dame dominio propio y paz. Ayúdame a abordar las situaciones individuales con sabiduría y con la cabeza tranquila. Todo esto para tu gloria Señor, Amén.