
Como ya hemos indicado en otras ocasiones, una maldición es lo contrario de una bendición. Cuando una persona es bendecida, se encomienda a Dios; cuando es maldecida, se encomienda al diablo. Las maldiciones tienen diversas formas y procedencias. El padre Gabriel Amorth dice que las maldiciones poderosas se lanzan en ocasiones especiales, como bodas y cumpleaños.
Ocurre en ocasiones que hay padres que maldicen a su hijo o hija porque no les gusta con quien se va a casar. La maldición más común es cuando la madre o el padre dicen: «Si te casas con él/ella te arrastrarás por el suelo». O expresiones parecidas, siempre haciendo referencia a la infelicidad y al infortunio.
Lamentablemente, una maldición así surte realmente efecto. Las parejas experimentan dificultades económicas. Por mucho que intenten salir adelante y progresar, no lo consiguen. Fracasan y en algunos casos fracasan en todo lo que emprenden. Muchas parejas no saben la verdadera razón de que todo les vaya mal. Sus hijos pasan enfermos o se vuelven problemáticos. Siempre hay problemas en casa. Los malentendidos y las discusiones surgen sin previo aviso ni motivo válido. Y todo ello se debe a los terribles y negativos efectos de la maldición lanzada sobre ellos, antes o en el momento mismo de contraer matrimonio.
La más malvada de las maldiciones es la que recae sobre las alianzas (anillos) de boda. El símbolo por excelencia de la fidelidad y la bendición material en el matrimonio, queda maldito. Alguien lleno de envidia y odio tuvo acceso a los anillos cuando estaban preparados para la boda y los maldijo. En tales casos, una maldición tan poderosa la realiza un brujo negro, por encargo. Por fortuna, siempre existen oraciones de liberación y rituales para anular este tipo de maldiciones tan perjudiciales.