La prohibición de la Iglesia católica de esparcir o conservar las cenizas tras una cremación sigue siendo ignorada por muchas personas

Marinero echando al mar las cenizas de un difunto

La Iglesia Católica divulgó en octubre de 2016 las nuevas normas para la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas de aquellos que son incinerados, a través de las cuales se prohíbe esparcirlas o conservarlas en el hogar.

Pero, transcurridos seis años desde la publicación de tales normas, pocas personas las respetan o siguen y continúan manteniendo la tradición y la costumbre de esparcirlas, guardarlas en la casa o bien lanzarlas al mar o a una corriente de agua.

Según las normas, ilustradas en el Vaticano por el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, las cenizas deben ser mantenidas en un cementerio o en un lugar sagrado.

Tampoco permite la Iglesia guardar las cenizas en casa.

“No está permitida la conservación de las cenizas en el hogar”, ni “la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua”, o su conversión como recuerdos conmemorativos, según estipulan las nuevas disposiciones, que como decimos han tenido poco eco entre la población.

“Se evita el riesgo de que los muertos sean olvidados por sus familias y por la comunidad cristiana”, explicó en su momento el cardenal alemán, cuyo cargo suele ser llamado de “guardián de la fe”. “También se evitan posibles descuidos y falta de respeto por parte de las generaciones sucesivas”, recalcó Müller.

Pocos días antes de la celebración del día de los muertos, el 2 de noviembre, la jerarquía de la iglesia católica recuerda cada año la importancia que tiene la muerte y la resurrección para los católicos.

Igualmente recuerda que desde 1963 se permite la cremación, una práctica que reconoce “se ha difundido notablemente en muchos países, pero que también ha estado acompañada por la propagación de ideas que están en desacuerdo con la fe”, dijo.

En casos “excepcionales y graves” los obispos locales pueden conceder el permiso de conservar las cenizas en el hogar, como es el caso de las zonas de guerra, donde se dificulta la sepultura.

También se prohíbe que las cenizas se conviertan en recuerdos o joyas.

La iglesia católica prohíbe claramente y en forma rotunda que las cenizas se conviertan “en recuerdos, joyas u otros objetos” así como la distribución de las cenizas de un difunto entre los diferentes parientes, una recomendación que se aplica en forma retroactiva a las reliquias de los santos.

El texto del Vaticano reitera la posición tradicional de la Iglesia, que recomienda que los cuerpos de los fallecidos sean enterrados en cementerios o santuarios. Con ello se anima “el recuerdo y la oración por parte de la familia y de toda la comunidad cristiana”, recalca el texto.

“En el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias, de acuerdo con la norma del derecho”, advierte el documento.

Por lo tanto las personas que deseen que sus cenizas sean esparcidas no podrán tener funerales católicos, según la “instrucción” aprobada por el papa Francisco.

Sin embargo, las personas que pierden a un ser querido, en muchas ocasiones siguen optando por esparcir las cenizas de éste en campos, jardines, al aire libre o en el mar, como es costumbre muy arraigada entre marineros y pescadores. La tradición y las costumbres se imponen por encima de cualquier instrucción o disposición eclesiástica.

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