
La medalla de San Benito es un sacramental (rito sagrado) de la Iglesia católica.
Es la única medalla que goza de un privilegio especial: tiene su propio ritual de bendición y exorcismo.
En el año 1742 el Papa Benedicto XIV aprobó el uso de la Medalla de San Benito y mandó que la oración usada para bendecirla se incorporase al Ritual Romano.
Así pues, las oraciones específicas para ritualizar esta medalla están claramente indicadas en el capítulo de bendiciones (‘Benedictionale’) del Rituale Romanum.
El Ritual Romano es el libro que contiene todos los ritos de la Iglesia católica, a excepción de la celebración de la Eucaristía (que se encuentra en el Misal), la Liturgia de las Horas (que se halla en el Breviario) y todos aquellos ritos que preside un obispo (que están en el Pontifical).

Es un libro, por tanto, que todo sacerdote sí o sí debe conocer y tener al menos un ejemplar. Ningún sacerdote puede alegar desconocimiento o ignorancia de dicha bendición específica.
Por esta razón, es incomprensible e ilógico que, cuando un cristiano se lo solicita, muchos sacerdotes rechacen o se nieguen a bendecir la medalla de san Benito con el ritual que le es propio; y como mucho, hagan sobre ella una simple bendición, la denominada Bendición Breve: «En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». Sin más.

Y posiblemente, al final el cristiano pregunte: «¿la medalla ha quedado ya bendita?» Tiene razón para dudarlo. La bendición breve no es eficaz para ritualizar la medalla de san Benito. No sirve.
® J.R.-TLI