Los mapuches y el poder de la palabra

Hasta hace unas pocas décadas atrás, en la Araucanía nadie se moría de enfermedades ni a causa de ninguna de las muchas patologías existentes.

Según una investigación del etnógrafo Ziley Mora Penrose, esto se debía a que en las antiguas comunidades indígenas no existía la palabra-concepto de «enfermedad». Este investigador descubrió que en el antiguo Chile indígena, la gente solo se moría de tres causas: por vejez, por heridas mortales en la guerra o por brujería malévola. Pero nadie fallecía por enfermedad.

Segun la sabiduría ancestral, la mente y sus pensamientos serían el factor central que justamente hace enfermar a una persona, a causa de «quedar mal colocadas las palabras en el alma»,según las machis, a causa de las «malas palabras» arrojadas sin conciencia y recibidas de igual manera. Según el citado especialista, la gran astucia y sabiduría médica ancestral estribó en no crear la palabra «enfermedad» en su vocabulario, ya que solo se recurría a la palabra kutran , «dolor» para aludirla, cuidando muy bien de no nombrar dolencias o males en su léxico cotidiano.

Lo anterior –según Mora Penrose- es muy lógico: sin la palabra no existe el concepto, y sin el concepto la mente no puede crearla o materializarla en el cuerpo. Al no tener un espacio lingüístico para existir y operar, la enfermedad tampoco tiene un espacio en la realidad. En esto consistió la magia más poderosa de la tradición mapuche: no inventar o utilizar conceptos que dañen al ser humano.

Según la investigación, lo que enferma son la mente y las palabras, el factor que crea o potencia los endo parásitos. La salud se cuidaba –y se sigue cuidando- con las palabras. Según la práctica indígena hogareña, en la Araucanía aún se aconseja que nunca se debe hablar de enfermedades delante de los niños. Esto es para no «llamarlas» y evitar así que se posesionen en las frágiles mentes infantiles, las que aún no han creado en sus almas los propósitos indomables para combatir esos agentes externos que provocan la insania.

El habla, el lenguaje según la vieja costumbre y creencia -hoy ratificada por la ontología del lenguaje y la neurolingüística, afirma el investigador citado- comporta una fuerza creadora, plasmadora de realidad, ya que hablar equivale a invocar, a convocar, a hacer venir aquello que la mente piensa y pronuncia.

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