
El Maligno tiene envidia del hombre, del que envidia sobre todo su capacidad de amar. A causa de ello, muchas parejas, muchas familias, sufren su perturbación y sus tentaciones. El Malo no soporta que los seres humanos se amen. Por algo Jesucristo lo recalcó: «amaos los unos a los otros». Sólo el Amor puede vencer la Maldad.
Es típico de la acción del diablo el intentar alejarnos de la plenitud de nuestra identidad de seres humanos. Su arma más sutil es la confusión, por lo que ya no se sabe dónde está la derecha y dónde la izquierda. Cuando hay confusión, el Maligno está siempre actuando.
Otra de sus armas muy efectivas es la seducción, la atracción por lo inmediato, por lo que se encuentra fácilmente, por el “lo quiero todo, lo quiero ya, lo quiero ahora” y sin esfuerzo.
De ninguna manera podemos ser libres si nos dejamos dominar por los sentidos, por el instinto, por las pasiones. Aprender a controlar esto es fundamental, si queremos vencer en esta constante lucha que mantenemos contra el Mal.