Los pecados capitales, que el gran Evagrio Póntico, en los primeros siglos de la era cristiana, denominó «los vicios malvados», no están anticuados ni son tampoco algo que pertenezca solamente a una determinada religión.
Al contrario, siguen estando hoy en día plenamente vigentes entre todos nosotros. Habrá quienes los llamen pecados, otros los considerarán defectos de carácter, o imperfecciones de nuestra personalidad. En cualquier caso, es necesario trabajarlos si quieres equilibrar tu espíritu.
La Codicia ha de pasar a ser Conformidad con lo que se tiene. La Gula, convertirse en Moderación. La Ira, transformarse en Tolerancia. La Lujuria, en Control de las pasiones. El Orgullo, en Humildad. La Pereza, en Voluntad. Y la Vanidad, en Modestia.
Nadie dice que sea fácil. Sin embargo, trabajar y esforzarte para controlar y superar estas siete «imperfecciones», es una de las mayores pruebas por las que atraviesa tu espíritu en esta existencia terrenal.
Y algo más, muy a tener en cuenta. Cuando nos dejamos vencer por cualquiera de estas grandes debilidades humanas, o pecados o como se les quiera llamar, es cuando se producen las ocasiones idóneas para que el Maligno nos haga caer en la tentación y para que, al estar bajo su influjo, los malos espíritus nos contagien o parasiten.