
De todos los libros que he leído en mi juventud, el que ha sido mi guía en los peores momentos ha sido «Juan Salvador Gaviota», de Richard Bach. En su simplicidad, como una una roca se hunde en la profundidad del alma, sin utilizar una verborrea inentendible, sin presumir de palabras extrañas, sólo simples.
Los grandes pensamientos no son enredosos, son simples, el desarrollo de los mismos es profundo y eso es parte del trabajo del lector.
Las personas son parecidas a los libros, sólo los ignorantes se impresionarán de las tapas adornadas sin ver el contenido.
Otros se jactan de haber leído libros largos, tediosos y pesados con vocabulario rocambolesco, pero en el fondo no han entendido nada.
Una recomendación: No busques un libro por vanidad, deja que él te elija. Léelo. Si es muy denso y profundo, léelo de a poco y espacia su lectura por días, nadie te dice que es una competencia por leer rápido. Después de un año o más, vuélvelo a leer y te darás cuenta que has crecido y madurado lo leído.
©Aguamarine de Santantoni