
OCTAVA PARTE
El uso de la magia y quién la aplica
Al ocuparme del empleo de la magia me referiré también a ciertas actuaciones en las que el elemento religioso, concretamente las citas coránicas o las alusiones a Dios, estará presente. Al mezclar lo religioso y lo mágico quiero vincular en un sólo acto todo aquello de carácter sobrenatural que el hombre emplea para defenderse de los males provocados por genios y hombres, incluyendo, además de los vistos que afectaban a la sexualidad o a la salud, los destinados a la protección de las viviendas o de las cosechas.
Los magos trabajan bajo la autoridad de Dios, en tanto ellos aportan el conocimiento que tienen de los instrumentos apropiados, que incluyen las palabras o frases oportunas y los nombres de los ángeles y de los demonios,obteniendo así poder sobre el amuleto con el que logran sus fines. Es, sobre todo, en base a esta autoridad divina y no por sus poderes particulares por lo que son capaces de ordenar y ayudar.
La magia se aplicará de varias maneras: de modo oral, a través de fluidos vitales, por escrito o por medio de objetos. En el mundo islámico la persona encargada de curar solía tener un don especial, la báraka, una especie de influjo bienhechor colmado de bienes divinos que, al mismo tiempo, era un medio para obtener toda clase de favores.

El propio Profeta utilizó prácticas curativas mágicas cuando tuvo que combatir los efectos de un encantamiento que se le había hecho, y tuvo que aplicársela a sí mismo: «Se cuenta que el Enviado de Dios -Dios lo bendiga y lo salve- se estaba quejando. Acudieron sus compañeros a auxiliarle y él les dijo: Gabriel ha venido y me ha hecho un encantamiento.Yo espero que Dios me cure. Preguntaron: Y cuál ha sido, Enviado de Dios? Él dijo: «En el nombre de Dios te conjuro de toda cosa mala,te ayude contra todo envidioso y contra el mal de ojo.y Dios te sirva de remedio».
En otro momento, el Profeta señalaba que una de las cosas más efectivas contra el mal de ojo era lavarse con agua, procedimiento que en unos casos era el simple hecho de echarse agua por encima y en otras era un proceso más complejo, en todo semejante al de las abluciones prescritas antes de hacer la oración. Con ello parece indicarse que la pureza ritual trae como consecuencia la eliminación de elementos maléficos.

Figuran en la sociedad islámica unas personas, los marabút (morabito), a los que se supone que poseen esta báraka, personas piadosas, de vida ascética y austera a los que se conocía por sus virtuosos consejos y por su prudencia. Ibn Jaldún establece un paralelismo entre los magos y los marabút. Los marabút están inspirados y apoyados por Dios, son hombres buenos que realizan buenas acciones, mientras que los hechiceros hacen su trabajo por su propio poder psíquico y, en ocasiones, con el apoyo de los diablos, y son gente malvada que realiza acciones malignas. Las acciones de los marabút son más poderosas que las acciones de los hechiceros porque la báraka que poseen les presta el poder de una magia benigna o santificada.
Estas personas han sido siempre populares porque su santidad se ha revelado en una serie de actos externos, como ataques de epilepsia y locura, que si bien provocaban, en ocasiones, la burla del resto de la población, por otra parte ha despertado el respeto hacia ellos. Su pobreza ha sido siempre extrema, de tal modo que vivían de la caridad. La gente les pedía consejo y ellos aplicaban técnicas que incluían prácticas empíricas y mágicas. Utilizaban la saliva y otros fluidos corporales porque se identificaban con el alma. Empleaban, también, otros elementos orgánicos porque creían que actuaban como intermediarios para sus actos mágicos benignos o malignos, entre los que figuraban cerumen, uñas, cabellos, dientes, sangre menstrual, placenta y excrementos.
Del empleo de la saliva en el Islam tenemos el del propio Mahoma. Un hadiz nos cuenta: «Llegó ante él -Dios lo bendiga y lo salve- un hombre que tenía una úlcera. Tomó el Enviado de Dios un poco de su saliva con el dedo y la puso en la úlcera diciendo: En el nombre de Dios, con la saliva de uno de nosotros y con el polvo de nuestra tierra se cure el enfermo, con el permiso de nuestro Señor. Y el hombre sanó en aquel mismo lugar». Aquí vemos que, además del Profeta, podía curar cualquier musulmán, es de esperar que con unas características especiales, al menos la de ser buen creyente. También el alfaquí estaba capacitado para realizar y aplicar la magia utilizando amuletos y talismanes para curar enfermedades que se creían provocadas por algún espíritu maligno. Para ello se requería que, además de sus conocimientos de la ley islámica y el Corán, los poseyera de astrología.
(Continuará)
Autor: Camilo Álvarez de Morales – Escuela de Estudios Árabes (CSIC, Granada)