
«Sucedió un día que los hijos de Dios fueron a presentarse ante Yahvé y vino también entre ellos Satán. Y dijo Yahvé a Satán: «¿De dónde vienes?» Respondió Satán: «De dar una vuelta por la tierra y pasearme por ella…» (Job 1, 6-7).
De este párrafo bíblico se deduce claramente que Lucifer/Satán era, y sigue siendo, uno más de los hijos de Dios. Se presentó al Padre «entre ellos», como lo que era, como un hijo más, como uno más de sus ángeles, de sus hijos en los Cielos.
El hecho de que luego se rebelara contra el Padre y fuera castigado con el exilio a la Tierra, con la Caída desde lo más alto de los Cielos hasta el lugar donde vivían los hijos humanos de Dios, los hombres, no debe hacernos perder de vista esta certeza: incluso Satán (palabra que, no lo olvidemos, significa Adversario), el Maligno, la representación del Mal, fue creado por Dios, y era, es y seguirá siendo uno más de sus hijos.
Y aunque tiene por misión tentarnos y tratar de desviarnos del camino correcto, está en todo momento sujeto a las leyes de Dios.
Da para pensar, ¿verdad?