



Soy exorcista laico, por la gracia de Dios. Mi esposa y este servidor de ustedes ayudamos a muchas personas a librarse de los contagios, obsesiones o posesiones que padecen, tanto por parte de entes desencarnados o bajos astrales como por espíritus malignos.
Cuando estudiaba Teología en el Seminario, pues ya he contado en otras ocasiones que estuve a punto de ordenarme sacerdote, me enseñaron y recalcaron que el exorcista, entre otras necesarias virtudes, debe ser una persona de fe, humilde, alejada del egoísmo, la vanidad y la presunción y desinteresada lo más posible de las cosas mundanas.
No sé qué pensarán ustedes, apreciados lectores; pero cuando veo páginas en Internet de determinados y populares ‘exorcistas’, como las que reproduzco en las imágenes sobre estas líneas, no puedo evitar acordarme de esas enseñanzas recibidas y preguntarme hasta dónde llega la sutil influencia del Maligno, incluso en tales personas.