
Muchas personas me han preguntado qué les ocurre a las personas que deciden acabar con su existencia.
El destino del suicida es generalmente horrible. Él se ha separado a sí mismo de su cuerpo físico al usar métodos mecánicos o artificiales que afectan al cuerpo, pero que no pueden afectar ni dañar a la verdadera esencia del ser humano.
Entonces, el suicida es proyectado al mundo astral, porque tiene que seguir existiendo en algún lado. Las implacables leyes que rigen en ese mundo, y que actúan por su bien, lo obligan a esperar hasta que pueda morir adecuadamente.
En ese lugar debe esperar, medio muerto medio vivo, los meses o años que, en el orden natural, habrían pasado sobre él antes de que el cuerpo, el alma y el espíritu se pudieran separar correctamente.
Allí se vuelve igual que una sombra. Existe en el reino astral, devorado por sus propios pensamientos, y repitiendo continuamente en vívidos pensamientos el acto por el cual trató de detener el transcurso de su vida física.
Desde su lugar en el astral, sigue viendo las personas y los lugares que dejó, pero es incapaz por completo de comunicarse con alguien, excepto que en algún momento la infinita misericordia de Dios se lo permita.
-Revelaciones-