Reflexiones en torno al mundo espiritual

El ser humano que busca solamente intereses materiales y sensaciones físicas, no medita sobre cuestiones abstractas, tales como la presencia de Dios, la existencia del mundo espiritual, con sus espíritus del bien y del mal, ni tampoco le interesa saber nada sobre la vida después de la muerte.

Este ser humano está sumido totalmente en sus problemas cotidianos. Pero, de pronto, alguna conmoción lo sacude, alguna fuerte experiencia le remece por completo y entonces comienza a sentir la necesidad de comprender su vida, de buscar la meta de su existencia.

Y es en este punto cuando comienza a reflexionar sobre la parte ético-espiritual de la vida y pronto llega a la conclusión de que la ciencia y todo lo material en lo que él creía hasta ahora, por sí solos, no están en condiciones de ayudarle a solucionar sus problemas vitales más importantes.

Si su religiosidad no ha sido destruida totalmente, comienza a darse cuenta de que necesita recurrir a Dios. Y si este impulso no es sólo superficial y momentáneo, sino que representa una verdadera ruptura en su existencia, un deseo ferviente de llegar a ser una persona mejor, Dios empezará a renovar su corazón y a proporcionar horizontes nuevos a su mirada interior, a su Luz Interior.

Entonces el ser humano comenzará a percibir claramente la mano del Señor como su guía, a sentir Su cercanía y Su amor paternal. Comprenderá que el mundo es más amplio y más complejo de lo que él se había imaginado. Y se dará cuenta y con mayor precisión de cuál es la diferencia entre el bien y el mal.

Se percatará de la existencia de un complejo mundo espiritual con sus entes invisibles que influyen en su vida, unos para bien y otros para mal. Y cobrará conciencia de que además del Dios Creador hay otros espíritus, ángeles y demonios y distintas clases y categorías de espíritus malignos y negativos.

Sí, además de los ángeles existen los demonios y los malos espíritus. Las Sagradas Escrituras y la experiencia vital nos demuestran que estos últimos existen realmente y representan no un aparente, sino un real y constante peligro.

Lo mismo que en la sociedad humana, donde al lado de los miembros normales y bienintencionados se encuentran también delincuentes, degenerados, psicópatas, sádicos, etcétera, algo idéntico ocurre en el mundo espiritual: además de los ángeles del bien, existen «detritus» de dicho mundo espiritual, los demonios, los espíritus del mal.

Igual que en este mundo nuestro, donde nadie nace siendo delincuente, asesino o depravado, sino que se hace así con el paso del tiempo, a causa de la mala o nula educación recibida y por su vida disoluta y pecaminosa, así también en el mundo invisible todos los entes espirituales eran en el principio buenos y bienintencionados, tenían las virtudes propias de los ángeles.

Pero luego algunos de ellos, al elegir el camino errado, se corrompieron y se hicieron conscientemente malignos. A causa de su actitud delictiva se nubló su mente angelical y se transformaron en entes malos, impulsivos y confusos, que encuentran satisfacción en causar sufrimiento a los demás seres de la Creación y en sembrar el mal entre los humanos.

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