
El gnosticismo cristiano tiene, entre otros, estos principios básicos:
a) El espíritu del hombre, consustancial con el ser divino, está prisionero de la materia y suspira por su liberación.
b) Tiene necesidad de un redentor que le otorgue el verdadero conocimiento (gnosis) de su origen y su destino.
c) En ese conocimiento consiste la verdadera salvación.
El hombre se siente, en consecuencia, extraño en este mundo; añora la paz, el descanso, la luz de la otra vida que es la verdadera. El regreso, en suma, a su primitivo y original estado.
Uno de los rasgos más característicos del gnosticismo es el dualismo, que da origen a múltiples antinomias: conocimiento-ignorancia, luz-tinieblas, materia-espíritu, vida-muerte, etc.
Las palabras de Valentín, según Clemente de Alejandría, pueden valer como una definición de la gnosis cristiana: “Lo que nos hace libres no es el bautismo solo, sino también la gnosis: (el conocer) quiénes somos, qué llegamos a ser, dónde estábamos, dónde hemos caído, hacia donde nos dirigimos, de qué hemos sido liberados, qué es el nacimiento, qué es el nuevo nacimiento”.