
El silencio interior es decisivo para la salud física, mental y sobre todo, espiritual. Los períodos de soledad, de estar uno consigo mismo, son esenciales para que una persona altamente creativa y que ha alcanzado sus objetivos goce de continua vitalidad.
Los estudios muestran que, casi invariablemente, tales personas sacan tiempo de su apretadísima agenda para dedicarlo a la soledad silenciosa. En este silencio interior y profundo, la psique puede sanarse a sí misma silenciosamente y de forma natural, sin tener que verbalizar o examinar traumas emocionales sepultados hace mucho.
Desde hace bastante tiempo, en numerosas culturas se ha reconocido que el cultivo del silencio es la piedra angular del crecimiento espiritual. La meditación se ha ido transmitiendo desde hace miles de años, primordialmente no sólo como una forma de mejorar la salud, sino sobre todo, como un instrumento para elevar el desarrollo espiritual y la consciencia.
Una vez sumergido profundamente en la meditación, el silencio interior puede ser tan grande, que uno puede acceder a un estado de consciencia más amplio, reconociendo el ‘yo’ más hondo como distinto del cuerpo, la mente y los sentimientos. Y encontrando a Dios. Esta experiencia es plenamente gratificante y produce efectos positivos y duraderos.