
Para los padres y familiares, cuesta mucho aceptar, y lógicamente les es muy difícil hacerse a la idea, el hecho de que fallezca un bebé o un niño pequeño, por enfermedad u otras causas.
Aunque los que mueran sean de corta edad, tenemos que tener presente que son de corta edad aquí, en este mundo de tres dimensiones, en este plano material aquí en la Tierra. Pero como almas, no son de esa edad que consideramos o que creemos tienen al ver su cuerpo físico o al fijarnos en su fecha de nacimiento, de llegada a este plano terrenal. El tiempo y la edad discurren en el mundo espiritual de una forma muy distinta a la que nosotros conocemos y utilizamos.
Cuando un niño o un bebé muere, regresa de nuevo a su condición de espíritu, y ya no es por más tiempo un pequeño cuerpo material en un mundo físico.
Cuando un bebé o un niño muere, por informaciones que hemos recibido desde el mundo espiritual, sabemos que en la mayoría de las ocasiones, se trataba en realidad de un alma avanzada que decidió hacer un trabajo para los demás y para sí misma en ese breve periodo de tiempo.
El niño o bebé fallecido se encuentra perfectamente, como un alma avanzada y adulta que ha terminado su trabajo aquí. Por eso ha trascendido y ha abandonado su cuerpo físico.
Muchas veces, estos sucesos son en realidad una prueba espiritual para los padres.