1.- Por permiso divino: nada sucede nunca sin el permiso de Dios. En las dos causas siguientes interviene la libertad humana, pero en este primer caso, no: Dios puede dar permiso al demonio para poseer o atormentar a una persona, con el fin de purificarla o probarla en su fe. Se conocen pocos casos, pero los hay. Por ejemplo, el de Job; o más recientemente el de Anneliese Michel.
2.- Por el pecado del que desea causar daño haciendo un maleficio contra alguien (o una cosa). Algunas veces, los efectos del maleficio pueden prolongarse y repercutir sobre varias generaciones. Los maleficios son practicados generalmente por magos y brujos negros.
3.- Por el endurecimiento de la persona en un pecado de especial gravedad.
Asimismo, hay circunstancias en las que la misma persona, por irresponsabilidad o ignorancia, se expone a ser atormentada o contagiada por un demonio o un mal espíritu.
Hay muchos casos pero, según nuestra experiencia, éstos son algunos de los más comunes:
- Las personas que participan en sesiones de espiritismo o juegan a la ouija.
*Quienes practican magia negra, o se sienten atraídos hacia las formas más oscuras del Ocultismo.
*Quienes participan en cultos satánicos o misas negras, o pertenecen a sectas satánicas o luciferinas.
*Aquellos que se consagran al demonio mediante un pacto de sangre e incluso a través de «pactos entre amigos» (en los cuales se vierte sangre)
*O quienes «invitan un ángel» a su casa o lo envían a otra persona, mediante todo un ritual de acogida, de forma irresponsable y sin preocuparse siquiera de quién puede ser realmente ese «ángel».