
Dios desea la salvación de todos sus hijos. Pero eso depende por completo de nosotros, porque Él nos otorgó el libre albedrío, la capacidad de decidir entre hacer el bien o hacer el mal.
Lamentablemente, hay personas que saben que están haciendo el mal, obrando con maldad, y no tienen intención alguna de cambiar.
Estas personas pueden desear todo lo mundano por encima de Dios: poder, lujos, dominio… y saben que está mal. De manera consciente, se percatan de ello y saben que están sirviendo al demonio. Y aun así, siguen haciéndolo.
E incluso sabiendo el destino final que les espera, el tormento y el fuego eternos Allá Abajo en las profundidades, no piensan ni quieren cambiar.
El Maligno es el príncipe de este mundo. Este mundo es su reino. Y no ceja nunca en su empeño de tentarnos, para apartarnos de Dios. Nos ofrece riquezas, lujos y bienestares terrenos, a cambio de llevarse nuestra alma inmortal.
Cuando el hombre intencionalmente se aleja de Dios y no quiere reconocerlo, debe comprender claramente que el camino por el cual transita es el camino que conduce directo al Infierno. Por sus acciones, el ser humano elige por sí mismo el Infierno.
Por la infinita gracia de Dios, así me ha sido revelado, y tengo la misión de dar a conocer y divulgar entre ustedes estas enseñanzas.