
La obsesión es el control o dominio que los espíritus inferiores ejercen sobre ciertas personas con el fin de enseñorearse de ellas y someterlas a su voluntad, por el placer que experimentan causando daño, o por diversidad de motivos y empleando variados recursos, provocando efectos psicológicos y morales, alterando su conducta y efectos orgánicos y afectando su salud física.
Según la doctrina espiritista, cuando un espíritu quiere obrar sobre un individuo lo envuelve (por así decirlo) con su periespíritu como si fuera una capa. Al penetrarse los dos fluidos, los dos pensamientos y las dos voluntades se confunden.
El espíritu puede entonces servirse de ese cuerpo como si fuera el suyo propio, haciéndole obrar a su voluntad. Si el espíritu es bueno, la acción es benéfica e induce a hacer cosas buenas; si es inferior, estimula a ejercer acciones inconvenientes. Cuando estas influencias adquieren carácter pernicioso y persistente en lugar de provechoso, hablamos de obsesión.
Hay obsesores que actúan sin una razón determinada por el placer de molestar o dañar, pero la mayoría de las veces hay causas concretas y específicas. Algunas de estas causas son: venganzas, conductas desordenadas, pensamientos negativos, trabajos de magia negra, etcétera.