
Muchas almas a la hora de la muerte tienen manchas de pecado, es decir merecen castigo temporal por pecados mortales o veniales, ya perdonados en cuanto a la culpa. Se entiende por purgatorio el estado o condición en que los difuntos están sometidos a purificación.
Las almas de los justos son aquellas que en el momento de separarse del cuerpo, por la muerte, se hallan en estado de gracia santificante y por eso pueden entrar en la Gloria. El juicio particular les fue favorable pero necesitan quedar plenamente limpias para poder ver a Dios “cara a cara”.
El tiempo que un alma dure en el purgatorio será hasta que esté libre de toda culpa y castigo. Inmediatamente terminada esta purificación el alma va al cielo. El purgatorio no continuará después del juicio final.
El sufrimiento mayor del purgatorio consiste en la “pena de ausencia”, porque las almas están temporalmente privadas de la visión beatífica. Sin embargo, no hay comparación entre este sufrimiento y las penas del infierno. El purgatorio es temporal y por eso lleva consigo la esperanza de ver a Dios algún día cara a cara.
Las penas del purgatorio son proporcionales al grado de pecado de cada persona. Es probable que las penas del purgatorio vayan disminuyendo gradualmente y aumente en ellas la alegría de la cercana entrada en el cielo.
(Información recibida en revelaciones espirituales).
