
SÉPTIMA PARTE
El daño de los seres maléficos
En la sociedad islámica se supone que cualquiera de estos seres puede causar alteraciones de distinto tipo, desde las que afectan a la intimidad de la relación sexual a las que dañan la salud, provocando enfermedades. En este aspecto, también puede incidir la acción de otros hombres, concretamente las derivadas del mal de ojo o de la envidia. En el ámbito de la sexualidad la presencia de seres sobrenaturales es muy viva y el musulmán debe ser consciente de ello y tener la precaución de protegerse. En el Islam el ángel es asexuado, pero el genio (yinn) y el demonio (saytán) no. Iblís, el Diablo, es ángel, por tanto asexuado, aunque procure utilizar la sexualidad como medio primordial para hacer pecar al hombre.
En la teología islámica el diablo es el ser más ligado con la sexualidad, y de modo especial con la mujer, cuando la utiliza para hacerla seductora e inducir al hombre a que se desvíe del amor legal. Por ello, al-gazali recomienda abstenerse del coito tres noches al mes: la primera, la del medio y la última, porque son aquellas en las que el diablo interviene en los contactos sexuales. Ésta es la razón por la que cuando se instituya el Islam se recomiende rezar antes y durante la unión para eliminar la presencia del diablo, ya que podría introducirse en la criatura que se engendra y poseerla para siempre, como se revela en un supuesto interrogatorio que el Profeta hace al diablo, mencionado en algunos textos de la Tradición.

Carácter sexual tiene también la presencia de genios y demonios en el hammám, con objeto de descubrir la desnudez de los hombres y las mujeres que acuden allí e, incluso, tener relaciones sexuales con ellas. El mismo Iblís confesó a Mahoma que aquel era su albergue. En ese sentido se desaconseja que las mujeres desnudas se sienten en los bordes del hammám porque algún demonio o algún yinn podía haber vertido en él su semen y dejarla embarazada.ya hice alusión antes a posibles embarazos reales y no deseados que se encubrirían con el pretexto de la intervención de un genio.
Para prevenirse contra ellos se debía pronunciar la basmala al llegar y, además, algunos textos de la Tradición señalan que señalan que había setenta y dos ángeles para evitar que los genios entraran y se recrearan en la desnudez de quienes estaban allí. Massignon señala que, según algunas tradiciones, los genios incitaban a las mujeres a tener relaciones entre sí con motivo de una boda o de un entierro.

En lo que se refiere a la medicina, para el musulmán las enfermedades, además de tener una causa natural (cansancio, indigestión, golpe), pueden estar originadas por la acción de fuerzas no naturales, provocadas por la acción de genios maléficos, de demonios o de otros hombres, y en este último caso la enfermedad podía ser producida por encantamiento, mal de ojo, envidia u otras causas de parecida índole. A éstas las combatirá con la magia.
Las enfermedades que se podían curar por procedimientos mágico-religiosos eran muchas. Ibn Habib señala que el Profeta citaba la lepra, la locura, la elefantiasis, la tos, las enfermedades del vientre, la fiebre y el mal aliento, aunque, de modo general, se podría decir que las más habituales eran las fiebres, los malos sueños, los ataques epilépticos y los dolores fuertes. A ellas se podrían añadir distintos tipos de llagas, heridas e, incluso, hemorragias. De este último recoge un caso: «El remedio contra la hemorragia nasal era frotar la nariz con el dedo y luego decir: Tierra, engulle tu agua! Cielo, detente! Y se curará, con el permiso de Dios». El número 72 tiene connotaciones mágicas y extranaturales. Los seres maléficos que se presentan a Salomón cuando los convoca son también 72.
De todas las causas, el mal de ojo fue considerado la peor de todas, contra la que era muy difícil luchar por creer que procedía del demonio.tan fuerte era su influjo que el propio Profeta se vio afectado por él y buscó el medio de combatirlo.

A las enfermedades, siempre dentro de este campo de lo sobrenatural, se les llegaba a dar nombres propios y aspecto físico. Se identificaban en ocasiones con los genios que las producían, que se representaban en formas de animales o personas, generalmente monstruosos, con los que se dialogaba. Se seguía con ello una idea que arrancaba de losmás antiguos ritos y tradiciones de Oriente. Una vez más, Ibn Habib nos sirve de informador: «La fiebre, es decir Umm Mildam, ataca a la carne y a la sangre. Su frío proviene de los diablos y su calor del fuego del infierno. Cuando la sintáis, lavaos con agua corriente tres, cinco o siete veces. […] Se cuenta que un hombre se quejó de fiebre al Enviado de Dios -Dios lo bendiga y lo salve- quien le dijo: Lávate tres veces antes de que salga el sol y di: En el nombre de Dios! Por Dios, aléjate de mí, Umm Mildam!».
Esta Umm Mildam tenía figura de mujer gruesa, con el cabello rojo y el cuerpo amarillo. Se introducía en la persona a la que atacaba por medio de la sangre, provocando debilidad en todos sus miembros. Tales enfermedades, antropomorfas y zoomorfas, habitaban en lugares concretos, entre los se contaban el mar, los montes, los lugares solitarios, los caminos, las ruinas, los cementerios, las letrinas y, a veces, en el propio cuerpo humano como la matriz de la mujer, la flema o los pulmones. Vemos una clarísima asimilación con los seres que las provocaban.
(Continuará)
Autor: Camilo Álvarez de Morales – Escuela de Estudios Árabes (CSIC, Granada)