Pintura ‘Tentación de Cristo por el Diablo en el desierto’, de autor desconocido. Se halla en el templo parroquial de San Rafael Arcángel, en la ciudad de San Rafael del Norte, departamento de Jinotega, Nicaragua. (Fuente: nicaraguamaravillosadesconocida.blogspot.cl/
Permítanme, amigos lectores, que comience este modesto trabajo con un pequeño recuerdo. En mis ya lejanos años de monaguillo, don Bartomeu, el anciano sacerdote al que yo asistía en la primera misa de la mañana, en latín y de espaldas a los fieles, me insistió en innumerables ocasiones en que no repitiera las palabras y las frases que me tocaba responder “como si fuera una cotorra”. Lo que en realidad me quería decir el buen capellán era que me aprendiera bien qué era exactamente lo que él estaba diciendo en la Misa y, por supuesto, que comprendiera bien lo que yo le respondía. Yo era entonces un jovenzuelo de 8-9 años, y la mayor parte de las palabras latinas de la misa y sus significados no los terminé de entender realmente hasta que entré a estudiar en el Seminario, donde el Latín era, afortunadamente, el ‘panem nostrum quotidianum’ (el pan nuestro de cada día).
Viene esto a cuento porque en numerosas ocasiones, quienes asisten al ritual de sanación espiritual en nuestro consultorio de Santiago, me preguntan porqué (entre otras oraciones) rezo el Padrenuestro en latín. La respuesta que siempre les doy es muy clara: Porque la traducción española que se ha hecho de esta oración no es la correcta. Y como pienso y siento realmente que el tema es importante, voy a tratar de razonarlo aquí.
En lengua española, cuando rezamos el Padrenuestro, hacemos de este modo la última petición: «Mas líbranos del mal». En italiano se dice «ma liberaci dal male», y en francés «mais délivre-nous du mal». Pero la encontramos diferente en la lengua latina: «sed libera nos a Malo», es decir: “libéranos del Malo”. El Padrenuestro en lengua inglesa es, asimismo más explícito todavía: “but deliver us from evil”, o sea “líbranos del diablo”.
En algunas versiones del Catecismo católico hemos leído que «en esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El ‘diablo’…». De hecho, en algunas versiones de la Biblia aparece claramente «líbranos del Malo» en esa cita del Padrenuestro (Mateo 6, 13); por ejemplo, en la llamada «Biblia Latinoamericana».
¿Qué es más correcto entonces: «líbranos del mal» o «líbranos del Malo»? Don José Antonio Sayés, profesor español de Teología y autor del libro ‘El demonio, ¿realidad o mito?’, afirma que es un acierto interpretar la frase “líbranos del mal” como “líbranos del Maligno”. Sayés basa su explicación en que “el griego apo tou ponerou utiliza el término masculino, y hay que traducirlo ‘del Maligno’, como dicen todos los exégetas”.
De similar manera opina el exorcista oficial del Vaticano, Gabrielle Amorth, cuando dice: “El propio Jesús nos enseñó una oración de liberación en el Padrenuestro: “Líbranos del Maligno. Líbranos de la persona de Satanás”. Esta oración fue traducida mal, y hoy la gente ora, diciendo: “Líbranos del Mal”. Se habla de un mal general, cuyo origen, en el fondo, no se conoce. Sin embargo, el mal contra el que nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a luchar, es una persona concreta: Satanás”.
Sobre esta misma cuestión, el sacerdote José Luis Turiel escribe: “Esta petición del Padrenuestro, propia del evangelio de San Mateo, es la más difícil de explicar en dos palabras y, al mismo tiempo, la que más explicación necesita. Por otra parte, las traducciones litúrgicas catalana o castellana no ayudan a entender su verdadero significado. En realidad estas versiones siguen la tradición occidental, que ha visto en la palabra “mal”, cualquier cosa que haga sufrir (en catalán “qualsevol mal”), sea fruto de nuestra responsabilidad, como el pecado, sea consecuencia de la contingencia o debilidad humana… Pero el texto de san Mateo no dice eso exactamente: puede suponerlo, pero dice más. De hecho la tradición oriental, y algunos Santos Padres de occidente, lo entendieron de otra manera. Jesús quería que pidiéramos ser liberados (“líbranos”), no en el sentido figurado u ocasional, como cuando decimos “verse libre de tal peligro o tal amenaza”, sino en el sentido real y propio, es decir, ser liberados de una situación vital que llamamos “esclavitud”, un estado o una existencia que nos envuelve, nos ata y nos impide ser nosotros mismos».
“Por eso -continúa Turiel su acertado razonamiento-, este evangelio no dice “líbranos del mal” (una cosa), sino “del malo” (alguien), es decir, de un tirano que nos sojuzga (Mt 6,13). Como dice R. Guardini, sufrimos los males y descubrimos que existe “la maldad”, que es su fuente; y a su vez reconocemos que señoreando en ese mundo de la maldad está “el malvado” o “Maligno” (Mt 13,19.38; 5,37): éste es el enemigo del hombre, padre de la mentira, el divisor y acusador, el déspota origen de toda opresión… Lo que pedimos es la libertad”.
Profundicemos un poco más en esta cuestión, porque es realmente interesante. Esta frase sólo aparece en el Evangelio de Mateo y parece querer precisar o aclarar el sentido de la petición anterior (“no nos dejes caer en la tentación”, o más bien “no permitas que caigamos en la tentación”). En la Iglesia primitiva se prefirió traducir aquí “Líbranos del Maligno”, con lo cual esta expresión sonaría literalmente así: «Mantennos apartados de la cosa perversa o del Maligno».
En el Nuevo Testamento se usa el término “Maligno” para designar a Satanás en varios pasajes. Aquí van algunos ejemplos: «Sea vuestro lenguaje sí, sí, no, no; lo que pase de ahí procede del Maligno» (Mt 5,37). «Si uno no escucha el discurso sobre el Reino y no lo entiende, viene el Maligno y le arranca lo sembrado en su mente» (Mt13,19). «No pido que los saques del mundo, sino que los libres del Maligno» (Jn 17,15). «Para todo, embrazad el escudo de la fe, en el que se apagarán las flechas incendiarias del Maligno» ( Ef 6, 16). «El Señor, que es fiel, os fortalecerá y protegerá del Maligno» (2Tes 3,3). «Os escribo, jóvenes, que sois fuertes, conserváis el mensaje de Dios y habéis vencido al Maligno» (1Jn 2, 13-14) «El engendrado por Dios lo protege para que el Maligno no lo toque» (1Jn 5, 18-19)…
Jesús nos enseña a rezar esta oración en el Sermón de la Montaña, en el capítulo 6 del evangelio de San Mateo. Bien traducida, bien interpretada por los cristianos, se convierte así en un verdadero exorcismo personal. Si observamos distintas traducciones de la Biblia, muchas optan por colocar “Mal” con mayúscula, es decir una fuerza personal (pervertida y pervertidora, decía Pablo VI), otras “líbranos del Malo” y otras “del Maligno”. Como podemos observar y como hacen referencia los exegetas en las notas explicativas a pie de página en las Sagradas Escrituras, en todos los casos se refiere al Diablo, Demonio o Satanás, pidiéndole al Padre que nos libre de él y de sus influencias nefastas.