La tentación de la carne

Los demonios del sexo (Segunda parte)

Los supuestos contactos sexuales entre hipotéticas entidades sobrenaturales y los humanos aparecen en todas las culturas. En la tradición bíblica judeocristiana, el mismo Génesis sugiere que en el principio de los tiempos “los hijos de los dioses se juntaron con las hijas de los hombres” dando lugar a una raza de gigantes. Mucho se ha escrito sobre este apasionante tema, mas no vamos ocuparnos de ello aquí.

A partir del siglo XIII, con la instauración de la Santa Inquisición, los casos de supuestos contactos sexuales con los demonios comenzaron a multiplicarse. Así nacería, como ya explicamos en la primera parte de este trabajo, el concepto de ‘incubos’ y ‘súcubos’; quienes, según los demonólogos, serían demonios que, obedeciendo órdenes de Satán, tenían contactos y encuentros sexuales con humanos. Estudiosos de la talla de Santo Tomás de Aquino, Alejandro Magno, Ulrich Molitor, Martín de Arles, Pedro de Palau, Roger Bacon, Suns Scoto, San Agustín o los autores del famoso Malleus Maleficarum, a pesar de todas sus renuencias iniciales, terminaron aceptando y respaldando en sus obras la existencia real de íncubos y súcubos.

Estos “visitantes de dormitorio” (como se les ha denominado actualmente) estuvieron presentes en numerosos procesos inquisitoriales por brujería. Sería demasiado extenso enumerar aquí todos los casos en que un acusado/a de hechicería confesó su trato carnal con los demonios. Alexee Drigie, Claudia Fellet, Didatia de Miremont, Juana D`Abadie y tantos otros, narraron con todo lujo de detalles sus encuentros sexuales con los diablos. Sin embargo debemos tener presente que muchas de esas confesiones fueron arrancadas de los acusados utilizando espeluznantes instrumentos de tortura: el sillón de clavos, el potro, el sarcófago (la ‘virgen de hierro’)… y tantos otros sistemas de interrogatorio inquisitorial que sin duda harían confesar al más pío de los mortales todos los crímenes y aberraciones que el torturador desease.

En esas confesiones, recogidas con todo detalle en los anales de la Inquisición, las víctimas del tormento descríbían a los demonios de las formas más diversas. Las mujeres seducidas describían el falo de los íncubos, unas como un miembro tan grande como su antebrazo, y otras como más pequeño que e meñique. El semen para unas era frío como el hielo, y para otras ardiente como las brasas. Sin embargo, la descripción más habitual de estos “visitantes de alcoba” era la de unos hombrecitos de baja estatura, cabello revuelto y gran pene siempre erecto, que tenían vigorosos (y para ella dolorosos) encuentros sexuales con su víctima, pudiendo llegar a dejarla embarazada. Según una antigua tradición, de esta manera nacerá el Anticristo, fruto de la violación de un íncubo a una virgen.

En la Edad Media era creencia muy extendida que los íncubos buscaban doncellas vírgenes para hacerlas caer en las tentaciones de la carne. Algunos de los casos más famosos de supuesta relación sexual con íncubos fueron protagonizados por vírgenes como Juana D`Abadie, religiosas como la abadesa Magdalena de la Cruz o las famosas“posesas de Loudum”, o incluso niñas como la pequeña -de once años- Dominique Falvet, o la aún menor Catherine Latonia.

En el caso de los súcubos, lujuriosos demonios femeninos, aunque la casuística es menor, se producen similares descripciones en cuanto a sus actividades y propósitos. Tal es el caso de Petronio de Armentieres, que tuvo repetidas relaciones con el súcubo Abrahel, o el joven Hennezal de Vergaville, que afirmó haber fornicado con un súcubo llamado Schwqrburg, cuyo cuerpo tuvo que abandonar antes de la eyaculación “ante lo gélido de su vagina”.

En los casos de varones, al igual que en los de mujeres seducidas, la componente obsesiva del celibato indudablemente alentó -y a buen seguro alienta todavía hoy- todo tipo de fantasías nocturnas en las celdas de los monjes; fantasías y deseos que en aquel tiempo podrían ser considerados visitas de los demonios. Por otro lado, el recalcitrante machismo que ha imperado siempre en la historia de la Iglesia  Católica, identificaba a la mujer con el mayor intrumento de Satán. El propio Saulo de Tarso (después San Pablo), decía que “Satán tiene cuerpo de mujer“. Y de la misma forma que en algunos monasterios femeninos se desataron episodios histéricos a causa de la represión sexual, lo propio ocurrió en monasterios masculinos. El controvertido y excomulgado historiador Karleinz Dechner detalla en su libro ‘Historia Criminal del Cristianismo’ numerosos episodios de alucinaciones sexuales en monasterios cristianos, en los cuales fantasías con el “divino prepucio de Cristo” o con la Virgen María, eran disfrazadas de trances místicos por las autoridades de las religiosas y los monjes, respectivamente.

Lo cierto es que la represión sexual de aquellos siglos desató las fantasías más disparatadas entre los inquisidores y demonólogos; llegando por ejemplo el célebre teólogo del siglo XVI Silvester Prierias, maestro de San Bartolomé Spina y autor de De Stringimagis, a asegurar que algunos íncubos «tenían el pene bifurcado cual lengua de serpiente, o en forma de tridente, para poder penetrar anal y vaginalmente a la bruja, quien a la vez realizaba una fellatio…» Pero, dejando a un lado las delirantes fantasías y aberraciones transcritas en procesos inquisitoriales al informar sobre los tratos con íncubos y súcubos, lo cierto es que todavía hoy en día, en pleno siglo XXI, existen algunos casos para los que la Medicina no tiene explicación y que son atribuidos al contacto sexual de un humano/a con los demonios.

7 comentarios sobre “La tentación de la carne

  1. dejame decirthe q lo q dice en Genesis es q los hijos de el unico Dios altisimo y verdadero se juntaron cn las hijas de los hombres x tentacion , Dios se los habia prohibido , y esto no hiso una rasa de gigantes , solo q desde ese momento todos somos nacidos como hijos de los hombres y tenemos q aceptar a Cristo en nuestras vidas para ser hijos de Dios . Dios les bendiga.

  2. he tenido ciertas experiencias de este tipo hasta elmomento nadie sabe decir que es lo que me pasa agradeceria que alguien interiorisado en el tema pudiera darme una explicacion .

  3. estos relatos no es mas que leyendas con contenido pornograficos, seguro para el deleite de su imaginacion, es cierto que en la edad media se exageraba algunos hechos con respecto a la virginidad y el celibato, pero tratar de hechar la culpa al «diablo» todo lo que un hombre o una mujer haga con su sexo, es por decir lo menos, inmadures, irresponsabilidad e infantilismo.

  4. me parecio un poco pervertido esa clase de tentacion

    Señora o señorita Esmeralda: Pervertida o no, esa es la realidad histórica y documentada sobre los íncubos y los súcubos. Y muchas cosas más fuertes que hemos dejado en el tintero… Atte,

  5. Saludos, Octavio. Lamentablemente, a ojos tanto de la Teología como de los estudios bíblicos -incluso los más hetedoroxos- tu estudio sobre el Apocalipsis aporta muy poco de nuevo y, en cuanto a ‘revelador’, personalmente lo encuentro bastante pobre. En todo caso te animo a seguir en esa línea e invito a los visitantes de este blog a leer tu trabajo.
    Atentamente. (p.d.-Lo siento, sólo admitimos un link por comentario, y en tu caso tus dos blogs tienen el mismo contenido).

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