
Muchas son las creencias y religiones antiguas que promovieron la práctica de abrazar árboles. Más allá de misticismos, y quizás con algo de asombro y de sorpresa, la ciencia ha observado beneficios directos en las personas que lo han probado.
1. Ayuda a mejorar la concentración.
2. Reduce los niveles de ansiedad y estrés.
3. Combate pensamientos negativos, como la depresión.
4. Ayuda contra patologías como el asma bronquial, la hipertensión arterial, el insomnio, trastornos de déficit de atención e hiperactividad.
5. Otorga sensación de paz, calma y tranquilidad, así como ayuda a eliminar los síntomas de la energía negativa.
6. Proporciona una profunda relajación.
Según los estudios, estos beneficios se deben, en parte, a las vibraciones que transmiten los árboles y que, pese a ser imperceptibles, afectan a nuestro flujo sanguíneo.
Lo que está muy claro para todos es que un árbol transmite paz. Quizás sea porque, cuando pasamos tiempo destinado a la naturaleza (y no a pensar en el trabajo, por ejemplo), nos relajamos. Ir a buscar y abrazar árboles en un paraje natural nos proporciona mucha calma y paz interior.
A eso mismo responde la típica imagen bucólica de leer un libro mientras te sientas a la sombra de un árbol.
Imagina en tu mente: aire fresco, distracción positiva, relajación, creatividad y felicidad, ¿a quién no le gustaría?
Abrazar un árbol es una terapia natural, que se engloba dentro de la balneoterapia (del latín, referente a los balnearios). Se trata de terapias basadas en la naturaleza, como el propio nombre indica: ya sea con baños en aguas termales, con baños en fango, o pasando tiempo entre árboles, por ejemplo.