El rostro endemoniado de Linda Blair vomitando una sustancia verde, el giro de 360 grados de su cabeza, la escalofriante secuencia del descenso arácnido o el tema musical Tubular Bells, del compositor británico Mike Oldfield, han quedado grabadas en nuestro inconsciente como un emblema del cine de terror gracias a El Exorcista, película de la que ahora se cumplen 40 años de su primera exhibición en Estados Unidos.
Muchos todavía recuerdan el fenómeno en que se convirtió la cinta de William Friedkin, que de inmediato provocó filas interminables en los cines y una serie de reacciones insólitas entre la audiencia, las cuales incluyeron desmayos, crisis nerviosas y hasta ataques al corazón, que intentaron ser contrarrestados con ambulancias y equipos médicos colocados afuera de los complejos cinematográficos.
Los incidentes incluso tocaron el tema de lo sobrenatural, al efectuarse diversos apagones en los cines y un incendio provocado por un rayo en el centro de Roma el mismo día del estreno de la película. La película también provocó una fuerte polémica religiosa al contraponer en su historia a la ciencia contra la fe, además de la secuencia por todos conocida de la masturbación del personaje principal con un crucifijo, lo que provocó que la Iglesia católica calificara el proyecto de blasfemo.
Protagonizada por Linda Blair, Ellen Burstyn, Lee J. Cobb y el histórico Max von Sydow, la cinta se ha consagrado como un referente del cine de terror, donde es considerada uno de sus máximos exponentes.
El Exorcista, que ha logrado a lo largo de los años una recaudación total de 441 millones de dólares, además de dos secuelas y dos precuelas, está basada en la novela de William Peter Blatty, quien a su vez se inspiró en un hecho real ocurrido en Washington en 1949.
Ese año el autor encontró en un periódico la noticia de que un niño había sido objeto de un exorcismo. De inmediato comenzó a seguir el caso y descubrió que el pequeño, al cuidado de su tía, había practicado junto con ella varias sesiones de ouija.
La tía, quien siempre se sintió atraída por las ciencias ocultas, falleció poco después y, a partir de ese momento, el niño comenzó a mostrar una actitud extraña y violenta, al tiempo que una serie de sucesos inexplicables sucedían en su casa.
Los médicos trataron, sin conseguirlo, de darle una explicación científica a los fenómenos paranormales, hasta que sus padres, desesperados decidieron recurrir al reverendo Lether Miles Shulze, pues concluyeron que su hijo había sido poseído por un demonio.
El sacerdote, primero realizó una serie de pruebas ante lo inverosímil del caso, solamente para darse cuenta que el caso estaba fuera de su alcance, tras lo que decidió internarlo en un monasterio.
Luego de infinidad de exorcismos y sin que quede claro de qué manera, el cuerpo del niño, apodado Robbie por el autor, comenzó a volver a la normalidad, sin que el pequeño recordara algo de lo sucedido.
William Peter Blatty se obsesionó tanto con la historia y los detalles descubiertos por él que decidió plasmarlos en una novela que escribió en 1971 y que dos años después adaptaría para la filmación de la película.
“Francamente comencé a escribir la novela porque estaba desempleado y también porque quería probar que podía escribir en otro género de manera respetada, pues en ese tiempo mi fuerte era la comedia, pero jamás sospeché lo que estaba por venir”, relata el originario de Nueva York.
La adaptación al cine de ese trabajo le mereció a Blatty, quien ahora tiene 85 años, el Oscar al Mejor Guión Adaptado en la histórica ceremonia de 1974, en la que El Exorcista, una película de terror, fue nominada en diez categorías diferentes, venciendo en dos de ellas.
Rodaje de pesadilla
Cuenta la leyenda que el rodaje de la cinta se convirtió en una auténtica pesadilla para todos los que trabajaron bajo las órdenes de William Friedkin, quien venía de rodar la no menos exitosa The French Connection, que le había merecido el Oscar al Mejor Director.
Se dice que el director disparaba armas reales en el set para captar con la cámara reacciones de terror de los actores y que en una de las secuencias abofeteó al padre William O’Malley (quien era sacerdote de verdad) porque la escena no salía como él lo había pedido.
La actriz Ellen Burstyn, quien interpreta a la madre de Regan MacNeil (Linda Blair) incluso ha externado que Friedkin daba instrucciones para que en una de las tomas fuera jalada con más fuerza por el operador del arnés, sin importarle que eso lastimara la espalda de la actriz.
Conforme pasaron los días, el equipo de la producción también empezó a sugestionarse por el tema de la película y una serie de sucesos se vivieron durante el rodaje, como un incendio a media noche y sin que hubiera persona alguna en el set que servía como la casa de Regan, o las nueve muertes que se produjeron durante la filmación, entre ellas la del actor Jack MacGowran, quien falleció unos días después de rodar su última secuencia, y la de un vigilante del lugar.
“La película ha impactado tanto, que años después todos me siguen preguntando por ella. Estoy muy orgullosa de ese proyecto que me llevó por todas partes del mundo y me permitió ver cómo afectaba, y la controversia que causó con la Iglesia y entre el bien y el mal, algo con lo que seguimos luchando en este planeta”, comentó por su parte Linda Blair en una entrevista con el portal movieweb.com.
“Intentamos hacer una buena película, pero jamás imaginamos que quedaría tan bien y que asustaría tanto”, señaló por su parte la actriz Ellen Burstyn en el documental que acompañó al lanzamiento de la edición del 25 aniversario.
“No es una película sobre Drácula o sobre alienígenas, sino sobre gente que vive en la calle de al lado, sobre gente real y una niña que está poseída por el demonio”, dice por su parte William Friedkin, quien es agnóstico.
Una nueva versión remasterizada de El Exorcista se estrenó en el 2000, la cual incluyó 11 minutos nunca antes vistos con escenas inéditas, un rostro diabólico en la casa y el ahora mítico descenso arácnido de Regan, que aunque se había filmado en los 70, no pudo ser incluido en la versión original pues no se pudieron borrar los cables con los que fue realizada la secuencia.
La historia real
La historia se remonta al caso de Roland Doe, un niño que sufrió una supuesta posesión a finales de la década de los 40. “Roland” es un seudónimo que le dio la Iglesia Católica para revelar los hechos, aunque aun hoy en día se desconoce su nombre real. El escritor utilizó los diarios de Raymond Bishop, el sacerdote que practicó el exorcismo, para su novela así como artículos publicados por la prensa de aquel entonces.
Roland Doe nació en 1936 y creció en Cottage City, Maryland, junto a su familia de creencia Lutero-cristiana. Era hijo único y tenía una relación muy estrecha con su tía Harriet, una espiritualista que le introdujo al mundo de la ouija. Según cuentan, cuando su tía murió, el niño intento contactarla a través de la tabla y poco después comenzaron los «síntomas» de su posesión demoníaca.
Ruidos extraños en la casa, muebles que se movían solos, objetos que levitaban y hasta un jarrón con agua bendita en la mesita de noche del niño se precipitó solo contra el suelo. Según uno de los reverendos locales llamado Schulze, los médicos examinaron al pequeño pero no consiguieron explicar lo que le sucedía.
El mismo pastor pidió a la familia que le dejaran llevarse a Roland a casa para observarlo durante toda una noche, sorprendiéndose con una noche de miedo. Según reveló Schulze, se oían ruidos que salían de la propia cama del niño, arañazos en las paredes y hasta se vieron sabanas moverse por sí solas. Así, el reverendo llegó a la conclusión que Roland necesitaba recibir el rito del exorcismo luterano.
Así fue como el caso llegó a las manos de Edward Hughes, un sacerdote católico romano que practicó el ritual en el hospital de la Universidad de Georgetown pero la violencia del pequeño hicieron que el religioso detuviera el exorcismo y lo enviara a casa. Roland llegó a dejarle heridas que necesitaron de puntos. Pero en el camino, el niño desarrolló varias ronchas en el cuerpo y la familia le llevó inmediatamente a ver otros dos sacerdotes, Raymond Bishop y William S. Bowdern. Ambos fueron testigos de las situaciones paranormales en la casa de Roland y procedieron a hacer ellos mismos el exorcismo bajo la aprobación del arzobispo local que les pidió que lo hicieran en secreto pero guardando un diario con los detalles.
Según revelaron en los escritos, durante el ritual aparecieron en el cuerpo de Roland las palabras «demonio (evil)» e «infierno (hell)» quien además, en uno de sus momentos de furia rompió la nariz de uno de los asistentes y “hablaba en una lengua extraña”. Y no solo realizaron un exorcismo, tuvieron que repetir el mismo ritual hasta 30 veces a lo largo de varias semanas.
Afortunadamente, el ritual funcionó y la familia pudo regresar a la normalidad. Según la información que posee la iglesia local, Roland fue un hombre exitoso, casado, feliz, padre y abuelo. Hasta nueve sacerdotes y 39 testigos firmaron un documento en el que afirman creer que el caso de este niño fue un caso de posesión, aunque personas como el autor Mark Opsasnick no creen que haya sido así. El escritor afirma haberse documentado y hablado con testigos locales, incluyendo algunos sacerdotes y miembros de la familia y asegura que el niño jamás habló un idioma extraño, sino que simplemente parecía repetir palabras latinas que había escuchado; que no existen datos que corroboren que el sacerdote Hughes intentó exorcizarlo y en consecuencia, jamás resultó herido; mientras que un amigo del niño afirma que los eventos sobrenaturales «se exageraron» más de la cuenta. Incluso otro investigador llamado Joe Nickell, afirma que Roland Doe fue un niño malcriado que simplemente quería llamar la atención.
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