En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
Mirando al cielo, Policarpo dijo: “Oh Señor Dios Todopoderoso… te bendigo porque me has concedido este día y hora para que pueda recibir una porción entre el número de los mártires en la copa de [tu] Cristo en la resurrección de vida eterna, tanto del alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo. Martirio de Policarpo (135 d.C.)
Porque el mismo Señor, cuando cierta persona le preguntó cuándo vendría su reino, contestó: Cuando los dos sean uno, y el de afuera como el de adentro… Ahora bien, los dos son uno cuando decimos la verdad entre nosotros, y en dos cuerpos habrá sólo un alma, sin disimulo. Y al decir lo exterior como lo interior quiere decir esto: lo interior quiere decir el alma, y lo exterior significa el cuerpo. Por tanto, de la misma manera que aparece el cuerpo, que se manifieste el alma en sus buenas obras. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Porque si nos desprendemos de estos goces y vencemos nuestra alma, rehusando dar satisfacción a sus concupiscencias, seremos partícipes de la misericordia de Jesús. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Pero los justos, habiendo obrado bien y sufrido tormentos y aborrecido los placeres del alma, cuando contemplen a los que han obrado mal y negado a Jesús con sus palabras y con sus hechos, cuando sean castigados con penosos tormentos en un fuego inextinguible, darán gloria a Dios, diciendo: Habrá esperanza para aquel que ha servido a Dios de todo corazón. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Nuestra alma, no es por sí misma inmortal, sino mortal. Pero es también capaz de la inmortalidad. Si no conoce la verdad, muere y se disuelve con el cuerpo, pero resucita luego juntamente con el cuerpo en la consumación del mundo, para recibir como castigo una muerte inmortal. Por el contrario, si ha alcanzado el conocimiento de Dios, no muere por más que por el momento se disuelva (con el cuerpo). En efecto, por sí misma el alma es tinieblas, y no hay nada luminoso en ella, que es, sin duda, lo que significa aquello: “Las tinieblas no aprehenden la luz.” Porque no es el alma por sí misma la que salva al espíritu, sino la que es salvada por él. Y la luz aprehendió a las tinieblas, en el sentido de que el Verbo es la luz de Dios, mientras que las tinieblas son el alma ignorante. Por esto, cuando vive sola, se inclina hacia abajo hacia la materia y muere con la carne; pero cuando alcanza la unión con el Espíritu de Dios ya no se encuentra sin ayuda, sino que puede levantarse a las regiones hacia donde le conduce el Espíritu. Porque la morada del Espíritu está en lo alto, pero el origen del alma es de abajo. Taciano (160 d.C.)
Cuando el cuerpo está en reposo y adormecido, el alma ve y obra en sueños, y se recuerda de muchas de estas cosas en comunión con el cuerpo; por eso, una vez despierto, puede indicar, incluso después de algún tiempo, lo que ha experimentado en el sueño. Ireneo (180 d.C.)
El cuerpo, en efecto, no es más sólido que el alma, pues de ella recibe el soplo, la vida, el desarrollo y el mantenerse unido; sino que el alma posee y gobierna el cuerpo. Como el cuerpo participa de su movimiento, la detiene en su rapidez, pero no le hace perder su conocimiento. El cuerpo se asemeja a un instrumento, mas el alma es como el artista. Y un artista rápidamente concibe una obra, pero la realiza más lentamente usando su instrumento, por la inmovilidad de éste: se mezclan, pues, la rapidez del artista con la torpeza del instrumento, y de esa manera la obra toma tiempo. De modo semejante el alma participa de los impedimentos del cuerpo con el que está unida, pero sin perder absolutamente sus capacidades; así como, comunicando al cuerpo su vida, ella misma no la pierde. De modo parecido, mientras ella hace a su cuerpo partícipe de muchas otras cosas, ella misma no pierde ni su conocimiento ni la memoria de lo que ha experimentado. Ireneo (180 d.C.)
El alma y cuerpo están unidos por la sangre. Ireneo (180 d.C.)
Pues el alma y el Espíritu pueden ser partes del hombre, pero no todo el hombre; sino que el hombre perfecto es la mezcla y unión del alma que recibe al Espíritu del Padre, y mezclada con ella la carne, que ha sido creada según la imagen de Dios… Pero este Espíritu se une a la criatura al mezclarse con el alma; y así por la efusión del Espíritu, el hombre se hace perfecto y espiritual: y éste es el que ha sido hecho según la imagen y semejanza de Dios Ireneo (180 d.C.)
“El Dios de la paz les santifique y haga perfectos, y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, permanezcan sin mancha hasta la venida del Señor Jesucristo”… Son, pues, perfectos quienes tuviesen en sí de modo permanente al Espíritu de Dios, conservando sin mancha el cuerpo y el alma. Al decir “de Dios,” se refiere a los que conservan la fe en Dios, y mantienen la justicia respecto a su prójimo. Ireneo (180 d.C.)
Porque morir consiste en perder la respiración y la fuerza vital, y convertirse en un ser inmóvil e inanimado, para retornar a aquellos elementos de los cuales al inicio sacó su sustancia. Esto no puede sucederle al alma, que es el soplo de vida; ni al espíritu, que no es compuesto sino simple, y así no puede disolverse, sino que, por el contrario, es él la vida de aquellos que de él participan. Lo único que queda, pues, es que la muerte se refiera a la carne. La carne, una vez que el alma se aparta, queda inanimada y sin respiración, y poco a poco se disuelve en la tierra de la que fue sacada. Esta, pues, es la mortal. Ireneo (180 d.C.)
Pero ¿para qué sirve conocer la verdad de palabra si se profana el cuerpo y se realizan acciones degradantes? ¿De qué sirve la santidad del cuerpo si la verdad no anida en el alma? Ambos, pues, se alegran de estar juntos, están aliados y luchan mano a mano para llevar al hombre a la presencia de Dios. Ireneo (180 d.C.)
El comportamiento propio del cristiano es una actividad del alma racional, acorde con el buen juicio y con el amor al la verdad, realizada por medio del cuerpo, su compañero y aliado en la lucha. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
¿Quieren esta prueba por el testimonio del alma que tienen dentro del cuerpo? Esa alma, pues, aunque presa en esa cárcel, cercada de falsas doctrinas, enflaquecida con tantas torpezas, cautiva por la tiranía de los falsos dioses, cuando vuelve en sí, cuando despierta de una embriaguez, cuando recobra el vigor perdido, como el convaleciente que escapó de la enfermedad peligrosa, con un impulso natural a Dios, llamándole uno, verdadero y grande voz común de todos: Dios me hizo este favor. Tertuliano (197 d.C.)
Por esto han de presentarse también los cuerpos; pues el alma sola sin carne, no padece penas corporales, y ya que las almas han de ser juzgadas de las obras que hicieron con dependencia del cuerpo… es razonable que el cuerpo sea examinado por el servicio que hizo al alma. Tertuliano (197 d.C.)
La muerte no es otra cosa que la separación del alma y del cuerpo, la vida, que es lo contrario de la muerte, no se puede definir más que como la unión del cuerpo y del alma. Si la separación de las dos sustancias se produce simultáneamente por la muerte, la ley de su unión nos obliga a pensar que la vida llega simultáneamente a las dos sustancias. Mantenemos, pues, que la vida empieza en la concepción, pues defendemos que el alma existe desde este momento, y el principio de la vida es el alma. Simultáneamente se une para la vida, lo que simultáneamente se separa en la muerte. Tertuliano (197 d.C.)
Ningún alma puede conseguir la salvación si no creyó mientras vivía en la carne: la carne es el quicio sobre el que gira la salvación. Cuando Dios atrae a sí al alma, es la carne la que permite que el alma pueda ser atraída por Dios. La carne es lavada, para que el alma quede purificada. La carne es ungida, para que el alma quede consagrada. La carne es sellada, para que el alma quede protegida. La carne recibe la sombra de la imposición de las manos, para que el alma quede iluminada por el Espíritu. La carne se alimenta con el cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma quede llena de Dios. Por tanto, no se puede separar en el premio lo que colaboró en un solo trabajo. Los sacrificios agradables a Dios, me refiero a la aflicción del alma, los ayunos, la abstinencia y todas las molestias relacionadas a estas prácticas, es la carne la que los realiza una y otra vez, a costa propia. Tertuliano (197 d.C.)
Parece que el alma es algo intermedio entre la debilidad de la carne y la disposición del espíritu. Orígenes (225 d.C.)