¡Que toda la naturaleza del cosmos escuche este himno!
Ábrete, tierra; abre los hondos abismos para mí.
Árboles, no tembléis cuando cante al Señor de la creación,
al todo y al único.
Abríos, cielos, apaciguaos, vientos, y que la inmortal esfera de Dios
reciba mis palabras.
Porque quiero cantar la plegaria a Aquel que todo lo creó,
que fijó la tierra y suspendió los cielos,
que condujo las dulces aguas del océano a la tierra,
a los lugares habitados y a aquellos que no lo están
para proceder al uso y nutrición de todos los hombres,
que hizo que el fuego brillara en toda acción
en honor de dioses y hombres.
Permitid que juntos lo alabemos a Él, el Ser sublime,
Aquel que gobierna en los cielos
y es señor de toda la naturaleza.
(Hermes Trismegisto, mediados del III milenio a.C.).