El Evangelio cátaro del Pseudo Juan (II)

Capítulo III

Explicación del pecado original y de la redención cristiana

1. Y en seguida, yo, Juan, interrogué al Señor, dicien­do: ¿Cómo los hombres afirman que Adán y Eva fueron creados por la mano de Dios, y que, puestos en el Paraí­so para observar los preceptos, se vieron entregados a la muerte?

2. Y el Señor me respondió: Escucha, Juan, bien amado de mi Padre. Los hombres ignorantes dicen también en la prevaricación que mi Padre había fabricado cuer­pos. Empero ha creado, por el Espíritu Santo, todas las virtudes de los cielos y los santos, a causa de la prevari­cación, se encontraron en posesión de cuerpos de barro, y he aquí por qué se vieron entregados a la muerte.

3. Y de nuevo, yo, Juan, interrogué al Señor, diciendo: ¿Cómo el hombre comienza a existir en espíritu en un cuerpo carnal?

4. Y el Señor me respondió: Ángeles caídos del cielo pasan a los cuerpos de las mujeres, y reciben la carne de la concupiscencia de la carne. Porque el espíritu nace del espíritu, y la carne de la carne, y así es como se consuma el reinado de Satanás en este mundo y en todas las naciones.

5. Y me dijo: Mi Padre le ha permitido reinar siete días, que son siete siglos.

6. Y otra vez pregunté al Señor: ¿Cuándo advendrá ese tiempo?

7. Y él me contestó: El diablo, que ha caído de la gloria del Padre, y que ha querido levantar y realzar su propia gloria, envió a sus ángeles, irradiantes de fuego, a los hombres, desde Adán hasta Enoch, su ministro.

8. Y elevó a Enoch por encima del firmamento, y le mostró su divinidad, y le dio pluma y tinta, para que escribiese sesenta y siete libros, y le ordenó que los tra­jese a la tierra, y los diese en legado a sus hijos.

9. Y Enoch obedeció a Satanás punto por punto y, llegado a la tierra, comenzó a instruir a sus hijos en la manera como debían hacerse los sacrificios, y a enseñar­les misterios injustos, y ocultaba así a los hombres el reino de los cielos.

10. Y el diablo le decía: Cree en mí, porque soy tu Dios, y no hay otro Dios que yo.

11. He aquí por qué mi Padre me ha enviado a este mundo, a fin de que haga conocer a los hombres los perversos designios del diablo.

12. Y, cuando el diablo supo que había bajado del cielo al mundo, envió a un ángel, y tomó tres lenguas, y las dio, para crucificarme, a Moisés, y yo las conservo aún.-13. Entonces Moisés anunció a Dios a su pueblo. Y Dios le mandó dar la ley a los hijos de Israel, y lo con­dujo por entre la mar desecada.

14. Y, cuando mi Padre pensó en enviarme al mundo, envió, antes que a mí, a su ángel, llamado María, para que yo fuese recibido en su seno.

15. Y, descendiendo, entré en ella por el oído, y por el oído salí.

16. Y, cuando Satanás, el príncipe de este mundo, supo que yo había descendido a él, para buscar y para salvar a los que habían perecido, envió al ángel Elías el profeta, para que, con el nombre de Juan el Bautista, bau­tizase con agua.

17. Y Elías interrogó al príncipe de este mundo, di­ciendo: ¿Cómo podré reconocer que estoy bautizado? Y el Señor repuso: Aquel sobre quien veas descender al Espíritu en forma de paloma, y permanecer sobre él, es el que bautiza en el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, y tú podrás perderlo y salvarlo.

18. Y yo Juan, de nuevo interrogué al Señor, dicien­do: ¿Puede un hombre salvarse por el bautismo de Juan y sin tu bautismo?

19. Y el Señor me respondió: Nadie puede ver el reino de los cielos, si yo no lo bautizo para la remisión de los pecados por el bautismo del agua, porque yo soy el pan de vida, que ha descendido del séptimo cielo, y los que coman mi carne, y beban mi sangre, serán llamados hijos de Dios.

Capítulo IV

Exaltación de la castidad y repudiación del matrimonio

1. E interrogué al Señor, y le dije: ¿Qué es comer tu carne, y beber tu sangre?

2. Y el Señor me dijo: Antes que el diablo, con todo su ejército, fuese precipitado lejos de la gloria del Padre, todos ellos rogaban a Dios, dirigiéndole sus plegarias, y diciéndole: Padre nuestro, que estás en los cielos. Y así ocurría que todos sus cánticos subían hasta el trono del Padre. Mas, cuando hubieron caído, no pudieron ya nun­ca glorificar a Dios con esa plegaria.

3. Y pregunté al Señor: ¿Cómo sucede que todos re­ciben el bautismo de Juan, pero que no todos reciben tu bautismo?

4. Y el Señor me contestó: Porque sus obras son ma­las, y porque no llegan todos a la luz. Los discípulos de Juan se casan, pero los míos no se casan, y son como los ángeles en el cielo.

5. Y yo dije: Si es pecado casarse, no le conviene al hombre contraer matrimonio.

6. Y el Señor replicó: Sólo pueden comprender esa palabra aquellos a quienes ha sido dado comprenderla. Porque hay eunucos que han salido tales del vientre de sus madres. Y hay eunucos a quienes han hecho tales los hombres. Y hay eunucos que se han castrado a sí mismos a causa del reino de Dios. El que quiera comprenderlo, compréndalo.

(Finaliza en la parte III)

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