Portada del ‘Malleus Malleficarum’ en una edición del año 1.669
La obsesión por los demonios en el ámbito de la Iglesia empezó a crecer cuando, en su famosa Bula de 1484, el papa Inocencio VIII declaró que habían llegado hasta los oídos de la Iglesia las relaciones que hombres y mujeres tenían con ángeles malos, íncubus y súcubus.
“Si esas abominaciones y atrocidades se mantienen sin castigo, muchas almas se enfrentarán a la condena eterna”, señaló Inocencio.
Con una bula al respecto, firmada el 5 de diciembre de 1484, el Papa designó a “nuestros queridos hijos”, los monjes dominicos Henry Kramer y James Sprenger, para que actuaran como inquisidores de esas inaceptables depravaciones.
Fue así como Kramer y Sprenger, utilizando toda la artillería académica de finales del siglo 15, con citas exhautivas de las Escrituras y comentarios de eruditos antiguos y modernos, produjeron el Malleus Maleficarum, o ‘Martillo de las Brujas’, una especie de manual que serviría de base a la acusación, tortura y ejecución sistemática de incontables hombres y mujeres (sobre todo de estas últimas).
El Malleus Maleficarum ha sido descrito como uno de los documentos más aterradores de la historia humana.
El escritor Thomas Ady, en su libro ‘Una luz en la oscuridad’, calificó el documento de “invenciones infames”, “mentiras horribles e “imposibilidades sin parangón” .
El Malleus Maleficarum era una especie de ‘guía técnica’ mediante la cual se podía saber quien practicaba la brujería.
Si se pudiera resumir en una sola frase cómo resolvía el Maellus este problema, era así de sencillo: si a una mujer la acusaban de brujería, es porque era bruja…
Y la tortura era un medio infalible para demostrar la validez de la acusación.
El acusado no tenía derechos. No tenía la oportunidad de enfrentarse a sus acusadores y se prestaba poca atención a la posibilidad de que las acusaciones pudieran hacerse con propósitos impíos: por ejemplo por celos o venganza; o por la avaricia de los inquisidores, que de manera rutinaria confiscaban, para su propio uso y disfrute, las propiedades y bienes de los acusados.
Pero el Malleus no era solamente un manual para la tortura, también incluía métodos de castigo diseñados para liberar los demonios del cuerpo de la víctima. En fin, con el Malleus en mano, y con la garantía y el aliento del Papa, empezaron a surgir inquisidores por toda Europa.
Y la caza de brujas comenzó.
Un negocio lucrativo
Rápidamente, la búsqueda de brujas se convirtió en un provechoso fraude y en un lucrativo negocio para la maquinaria inquisitorial.
Todos los costos de la investigación, juicio y ejecución recaían sobre los acusados y sus familias.
Esto incluía los alimentos de los investigadores privados contratados para espiar a la bruja potencial, el vino para los centinelas, los banquetes para los jueces, los gastos de viaje de un mensajero enviado a buscar a un torturador a otra ciudad, y los paquetes de leña, el alquitrán e incluso la cuerda del verdugo, que se utilizarían para colgar o quemar a la bruja.
Además, cada miembro del Tribunal Inquisitorial recibía una gratificación por bruja quemada.
El resto de las propiedades de la bruja, si las había, se dividía entre la Iglesia y el Estado.
A medida que se institucionalizaban estos asesinatos y robos masivos, y se sancionaban legal y moralmente, iba surgiendo una inmensa burocracia para proveerde todos los servicios necesarios. De hecho, en poco tiempo la atención se fue ampliando, y pasó de buscar brujas viejas y pobres, a perseguir a personas de uno y otro sexo de vida acaudalada.
Cuantas más confesiones de brujería se conseguían bajo tortura, más difícil era sostener que todo el asunto era pura fantasía. Y como a cada ‘bruja’ era obligaba a denunciar a otras más, el trabajo y las ganancias de los inquisidores crecían de manera exponencial.
Eran tantas las acusaciones, que las brujas llegaron a constituir “pruebas temibles de que el Diablo estaba vivo”, como se diría más tarde en los juicios de ‘las brujas de Salem’.
En una era de credulidad, la gente aceptaba tranquilamente los decires más fantásticos. Por ejemplo, que decenas de miles de brujas se habían reunido para celebrar un aquelarre en tal o cual lugar, y que el cielo se había oscurecido cuando 12 mil de ellas se echaron a volar.
En el Malleus se aconsejaba: “No dejarás que viva una bruja”. Así que se quemaron legiones de mujeres en la hoguera.
Y se aplicaban las torturas más horrendas (todos los instrumentos de tortura eran previamente bendecidos por los curas).
Los inquisidores adoptaron los tipos de tortura y de ejecución en los que no había sangrado para acatar una frase de la ley canónica (Concilio de Tours, 1163) que dice: “La iglesia abomina el derramamiento de sangre”.
Los punzadores
En Gran Bretaña los buscadores de brujas, también llamados ‘punzadores’, recibían una buena gratificación por cada chica o mujer que entregaban para su ejecución. Y no tenían ningún interés en ser cautos en sus acusaciones. De hecho, solían observar la piel de las mujeres en busca de ‘marcas del Diablo’ —cicatrices o manchas de nacimiento— que, al pincharlas con una aguja, no producían dolor ni sangrado. Y cuando no había marcas visibles, bastaba con las ‘marcas invisibles’.
Un punzador de mediados del siglo 17 confesó que había ayudado a la captura de más de 220 brujas en Inglaterra y Escocia “por el beneficio de 20 chelines la pieza”.
En los juicios de brujas no se admitían atenuantes ni testigos de la defensa. Por lo tanto, era casi imposible para las brujas acusadas, presentar buenas coartadas.
Por ejemplo, en más de un caso el marido atestiguó que su esposa estaba dormida a su lado en el preciso instante en que la acusaban de estar retozando con el Diablo en un aquelarre; pero el Obispo pacientemente explicaba que un demonio había ocupado el lugar de la esposa (tales eran los poderes de engaño de Satanás).
Las mujeres llevaban la peor parte, y las jóvenes y bellas eran fácilmente enviadas a la hoguera.
Los elementos eróticos y misóginos eran fuertes… como podía esperarse de una sociedad reprimida sexualmente, dominada por varones y por curas célibes.
En los juicios se prestaba mucha atención a los orgasmos en las supuestas copulaciones de las acusadas con los demonios o con el Diablo (a pesar de la naturaleza del ‘miembro’ de Satanás: frío, según todos los informes).
Las llamadas ‘marcas del Diablo’ se encontraban generalmente en los pechos o partes íntimas de la mujer. Como resultado, los inquisidores, exclusivamente varones, afeitaban el vello púbico de las acusadas e inspeccionaban cuidadosamente los genitales (en la inmolación de Juana de Arco, tras habérsele incendiado el vestido, el verdugo apagó las llamas para que los espectadores pudieran ver “todos los secretos que podía guardar una mujer”).
Un pequeño listado
La crónica de los que fueron consumidos por el fuego en la ciudad alemana de Wurzburgo, en el año 1598, nos da una pequeña muestra de la realidad humana de aquel entonces. Este es el listado:
La anciana señora Kanzler; la rolliza esposa del sastre; la cocinera del señor Mengerdorf; una extranjera; una mujer extraña; el ciudadano más gordo de Wurtzburgo; el antiguo herrero de la corte; una anciana; una niña de nueve años; su hermana; la madre de las dos niñas antes mencionadas; la hija de Liebler; la hija de Goebel, la chica más guapa de Wurtzburgo; un estudiante que sabía muchos idiomas; la hija pequeña de Stepper; la mujer que vigilaba la puerta del puente; el hijo pequeño del alguacil del ayuntamiento; la esposa de Knertz, el carnicero; la hija pequeña del doctor Schultz; una chica ciega…
Algunos recibieron atención especial: “La hija de Valkenberg fue ejecutada y quemada en la intimidad”.
Desde luego, la brujería no era la única ofensa merecedora de tortura y quemas en la hoguera. La herejía era un delito más grave todavía, y tanto católicos como protestantes la castigaban sin piedad (los inquisidores y torturadores realizaban un trabajo “encomendado por Dios”: estaban aniquilando demonios y salvando almas).
La quema de brujas fue una característica de la civilización occidental que, con alguna excepción, comenzó a declinar a partir del siglo 16.
En la última ejecución de brujas llevada a cabo en Inglaterra, se colgó a una mujer y a su hija de nueve años. Su crimen fue provocar una tormenta social por haberse quitado las medias.
En nuestra época es normal encontrar brujas y diablos en los cuentos infantiles. De hecho, la Iglesia católica sigue practicando exorcismos, y los defensores de algunos cultos todavía denuncian como brujería a las prácticas rituales de sus rivales (como en el caso del vudú por ejemplo).
En fin, la demonología todavía forma parte de nuestras creencias y actividades cotidianas.
Fragmento del libro de Carl Sagan, ‘El mundo y sus demonios’.
Véase también:
El terrible azote del ‘Malleus Maleficarum’: Si eras mujer, eras bruja
Hola:
Como siempre estoy en deuda por la información que me das. Muchas gracias.
Demás está decir que no creo en la iglesia católica.
La iglesia católica nació corrompida y así siguió corrompiéndose.
Véase evangelio de María Magdalena y como Pedro quien la fundó estaba lleno de envidia y prejuicios.
EVANGELIO DE MARÍA MAGDALENA
(Fragmento griego)
«… lo restante del camino, de la medida justa, del tiempo, del siglo, descanso en
silencio». Dicho que hubo esto, María calló, como si el Salvador le hubiera hablado
(solamente) hasta aquí. Entonces dice Andrés: «Hermanos, qué os parece de lo dicho?
Porque yo, de mi parte, no creo que haya hablado esto el Salvador, pues parecía no estar
de acuerdo con su pensamiento». Pedro dice: «¿Pero es que, preguntado el Señor por
estas cuestiones, iba a hablar a una mujer ocultamente y en secreto para que todos (la)
escucháramos? ¿Acaso iba a querer presentarla como más digna que nosotros?»
[Laguna]
…del Salvador?». Leví dice a Pedro: «Siempre tienes la cólera a tu lado, y ahora mismo
discutes con la mujer enfrentándote con ella. Si el Salvador la ha juzgado digna, ¿quién
eres tú para despreciarla? De todas maneras, Él, al verla, la ha amado din duda.
Avergoncémonos más bien, y, revestidos del hombre perfecto, cumplamos aquello que
nos fue mandado. Prediquemos el evangelio sin restringir ni legislar, (sino) como dijo el
Salvador». Terminado que hubo Leví estas palabras, se marchó y se puso a predicar el
evangelio según María.
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EVANGELIO DE MARÍA
(Fragmento copto berolinense)
[Faltan las páginas 1-6].
PALABRAS DE JESÚS
La materia y el mundo
7 […] entonces, ¿será destruida o no la materia? El Salvador dijo: «Todas las
naturalezas, todas las producciones y todas las criaturas se hallan implicadas entre sí, y
se disolverán otra vez en su propia raíz, pues la naturaleza de la materia se disuelve en
lo que pertenece únicamente a su naturaleza.Quién tenga oídos para escuchar, que
escuche.
La materia y el pecado
Pedro le dijo: «Puesto que nos lo has explicado todo, explícanos también esto: ¿cuál es
el pecado del mundo?». El Salvador dijo: «No hay pecado, sin embargo vosotros
cometéis pecado cuando practicáis las obras de la naturaleza del adulterio denominada
«pecado». Por esto el bien vino entre vosotros, hacia lo que es propio de toda
naturaleza, para restaurarla en su raíz».
Prosiguió todavía y dijo: «Por esto enfermáis y morís, puesto que 8 [practicáis lo que os
extravía. Que quien pueda comprender] comprenda. [La materia engendró] una pasión
carente de la semejanza, puesto que procedió de un acto contra natura. Entonces se
produce un trastorno en todo el cuerpo. Por esto os dije: Estad en armonía (con la
naturaleza), y si no estáis en armonía, sí que estáis en armonía ante las diversas
semejanzas de la naturaleza. Quien tenga oídos para escuchar, que escuche».
Últimos preceptos
Después de decir todo esto, el Bienaventurado se despidió de todos ellos diciendo: «La
paz sea con vosotros, que mi paz surja entre vosotros. Vigilad para que nadie os extravíe
diciendo: «Helo aquí, belo aquí», pues el hijo del hombre está dentro de vosotros;
seguidlo. Los que lo busquen lo hallarán. Id y proclamad el evangelio del reino. No 9
impongáis más preceptos que los que yo he establecido para vosotros, y no deis ninguna
ley, como el legislador, para que no seáis atenazados por ella».
Dicho esto, partió.
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INTERMEDIO
Ellos, sin embargo, estaban entristecidos y lloraban amargamente diciendo: «¿Cómo
iremos hacia los gentiles y predicaremos el evangelio del reino del hijo del hombre? Si
no han tenido con él ninguna consideración, ¿cómo la tendrán con nosotros?».
Entonces Mariam se levantó, los saludó a todos y dijo a sus hermanos: «No lloréis y no
os entristezcáis; no vaciléis más, pues su gracia descenderá sobre todos vosotros y os
protegerá. Antes bien, alabemos su grandeza, pues nos ha preparado y nos ha hecho
hombres». Dicho esto, Mariam convirtió sus corazones al bien y comenzaron a
comentar las palabras del [Salvador].
10 Pedro dijo: «Mariam, hermana, nosotros sabemos que el Salvador te apreciaba más
que a las demás mujeres. Danos cuenta de las palabras del Salvador que recuerdes, que
tú conoces y nosotros no, que nosotros no hemos escuchado». Mariam respondió
diciendo: «Lo que está escondido para vosotros os lo anunciare». Entonces comenzó el
siguiente relato:
PALABRAS DE MARÍA MAGDALENA
Visión de María
«Yo —dijo— vi al Señor en una visión y le dije: «Señor, hoy te he visto en una visión».
Él respondió y me dijo: «Bienaventurada eres, pues no te has turbado al Verme, pues
allí donde está el Intelecto, allí está el tesoro». Yo le dije: «Señor, ahora, el que ve la
visión ¿la ve en alma o en espíritu?». El Salvador respondió y dijo: «No la ve ni en alma
ni en espíritu, sino que es el Intelecto que se halla en medio de ellos el que ve la visión,
y él es el que […]».
[Laguna: faltan las páginas 11-14].
La ascensión del alma
15 […] a él, y la Concupiscencia dijo: «No te he visto bajar y ahora te veo subir. ¿Por
qué mientes, si me perteneces?». El alma respondió diciendo: «Yo te he visto, pero tú
no me has visto ni me has reconocido. Por la vestimenta, que era tuya, y no me
reconociste». Una vez dicho esto, (el alma) se apartó con gran alegría y seguidamente
cayó en manos de la tercera potestad, la llamada Ignorancia. Esta interrogó al alma
diciendo: «¿A dónde vas? En maldad estás atenazada; puesto que estás dominada, no
juzgues». El alma dijo: «¿Por qué me juzgas tú a mí, si yo no te he juzgado? Yo he sido
dominada, pero no he dominado. No he sido reconocida, pero be sabido que el universo
está siendo disuelto, tanto en las cosas terrenales 16 como en las cosas celestiales».
Una vez el alma hubo sobrepasado la tercera potestad, continuó ascendiendo y divisó la
cuarta potestad, la de siete formas. La primera forma es la tiniebla; la segunda, la
concupiscencia; la tercera, la ignorancia; la cuarta, la envidia de muerte; la quinta, el
reino de la carne; la sexta, la loca inteligencia de la carne; la séptima, la sabiduría
irascible. Estas son las siete potestades de la ira, las cuales preguntan al alma: «¿De
dónde vienes, homicida? ¿A dónde vas, dueña del espacio?». El alma respondió
diciendo: «Lo que me ata ha sido matado y lo que me atenaza ha sido aniquilado, y mi
concupiscencia se ha disipado y mi ignorancia ha perecido. A un mundo he sido
precipitada 17 desde un mundo, y a una imagen desde una imagen celestial. La ligadura
del olvido dura un instante. En adelante alcanzaré el reposo del tiempo (kairós), del
tiempo (chrónos), (el reposo) de la eternidad, en silencio».
EPÍLOGO
María Magdalena reveladora de Jesús
Después de decir todo esto, Mariam permaneció en silencio, dado que el Salvador había
hablado con ella hasta aquí. Entonces, Andrés habló y dijo a los hermanos: «Decid lo
que os parece acerca de lo que ha dicho. Yo, por mi parte, no creo que el Salvador haya
dicho estas cosas. Estas doctrinas son bien extrañas». Pedro respondió hablando de los
mismos temas y les interrogó acerca del Salvador: «¿Ha hablado con una mujer sin que
lo sepamos, y no manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla?
¿Es que la ha preferido a nosotros. 18 Entonces Mariam se echó a llorar y dijo a Pedro:
«Pedro, hermano mío, ¿qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas
por mí misma o que miento respecto al Salvador?
Entonces Leví habló y dijo a Pedro: «Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo
ejercitándote contra una mujer como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador
la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce
perfectamente; por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues, avergoncémonos y
revistámonos del hombre perfecto, partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos el
evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo que dijo el Salvador».
Luego que 19 [Leví hubo dicho estas palabras], se pusieron en camino para anunciar y
predicar.
El evangelio según Mariam.